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Con el peso no

Con el peso no

Columnas jueves 06 de junio de 2024 -

La nueva clase política podrá jugar con el discurso del reduccionismo como visión del mundo, es decir, que no se necesita “mucha ciencia” para entender nada. Esta retórica es útil para quien pretende construir consensos nacionales indubitables sobre temas complejos; esta técnica requiere, como parte del procedimiento, convertir cualquier cosa en un asunto moral, desde las consecuencias sobre el mando operativo policial o militar, hasta la extracción de petróleo, pasando por los criterios de subsidio al campo, la salud pública o las relaciones exteriores. Para que el apoyo popular esté garantizado, debemos despojar a todos los rubros de acción y reacción pública de sus matices técnicos, y convertirlo en un dilema de buenos y malos, donde los buenos somos nosotros. Lo demás cae por su propio peso.

Pero todos (los de antes y los de ahora), se apanican con dos cosas, cuyos mecanismos a lo mejor tampoco entienden, pero vivieron sus consecuencias: la inflación y la devaluación del peso frente al dólar.

La clase política en la que el propio presidente se formó, la de los setenta, cayó cuando se le salió de control la macroeconomía. Las crisis con Echeverría y el imbécil de López Portillo crearon, por primera vez en décadas, una mayoría antigobiernista de todas las clases sociales, que sin embargo tardó en cuajar algunos años más. Pero ese fue el origen.

Creo que el gobierno actual leyó correctamente que la legitimidad gubernamental que existió en México durante al menos 50 años se basaba en dos cosas: la comunicación social militante y permanente, y el clientelismo político. La reforma agraria, el sindicalismo y la educación masiva, les daban a todos los estratos mayoritarios su lugar dentro de las decisiones políticas fundamentales. Para esto, lo que hizo el presidente fue desafiar la máxima neoliberal de que la politización excesiva de los temas públicos era una receta para el desastre, y le salió bien.

Lo que no se puede controlar es el comportamiento de las divisas y del sistema monetario internacional. Por esto último es que se acordó anunciar la continuidad del Secretario de Hacienda, desde el día posterior a las elecciones. Lo acompañó un comunicado que aseguraba la autonomía del banco central, y demás. Aunque digan que no fue suficiente, seguramente de algo sirvió. Eso fue una jugada estrictamente para contener la volatilidad poselectoral, pues no sabemos si efectivamente la nueva presidenta lo va a mantener mucho tiempo. Lo que importaba era decirlo.

Una cosa que siguen sin entender los clasemedieros y ricos que equiparan civilización con calles limpias, es la racionalidad electoral, por eso insisten en que pueden cambiar la opinión de las personas simplemente exhibiendo supuestas hipocresías o defectos del contrario. La mayor parte del apoyo de MORENA no es de fanáticos (aunque sean los más ruidosos), sino de beneficiarios de programas gubernamentales. Es decir, el apoyo es racional, pero es también tiene un elemento transaccional. Y esto es natural, con sus matices, en las democracias representativas, porque de una plataforma, un partido, o un político concreto al que el elector le da su confianza, se esperan beneficios concretos, no perjuicios ni el abandono que solía haber entre procesos electorales de nuestras élites putrefactas.

Pero los bancos, los inversionistas, los especuladores importan. Quizás eso ya lo leyeron algunos actores, que están presionando para obligar a este gobierno, y al que viene, a tener límites. Pero lo más interesante es que sí los ha tenido.

Un legislador morenista presentó, al inicio del sexenio, una iniciativa para limitar las comisiones de los bancos, que en México constituyen su mayor negocio. Otro senador presentó una para ponerle impuestos significativos a las herencias, que es el modo más común de creación de ricos en el país. La riqueza sólo se produce una vez; luego se pasa a los hijos.

Ambas iniciativas fueron desautorizadas, de tajo, por el propio presidente, como para decirles que una cosa es su discurso y otra sus acciones. Empero, los actores económicos relevantes (que sí son los de siempre) saben que con el poder hay que negociar permanentemente. Esto es una probadita para que a nadie se le olvide que 100 personas con un teléfono pueden afectar el poder adquisitivo de 100 millones, en 24 horas. Y en el gobierno, parece, ya acusaron recibo.


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/CR

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