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Confrontación y profunda división entre los mexicanos, el legado de AMLO

Confrontación y profunda división entre los mexicanos, el legado de AMLO

Columnas miércoles 30 de noviembre de 2022 -

Exdiputada federal, asesora de la AC Impulsa y colaboradora del STUNAM

Me queda claro que en México todos tenemos derecho a marchar para defender nuestras causas y convicciones, y eso siempre tenemos que defenderlo –sobre todo si lo hacemos de manera libre, sin presiones ni chantajes–, pero cuando se hace utilizando todo el aparato del Estado para tratar de callar las críticas a la Reforma Electoral promovida por el presidente, este movimiento se convierte en un ejercicio peligroso para la vida democrática del país.

¿Cuál fue la verdadera intención del Andrés Manuel López Obrador al convocar a esa caminata y exponer su integridad física, cuando es evidente que su estado de salud se ha deteriorado? ¿Con esta convocatoria quiso imponer un nuevo récord histórico? ¿Fue por el miedo a que su partido pierda el poder y se quede sin los privilegios de los que ahora goza? ¿Realmente se trató de la marcha del adiós, o pensó que esta era la última oportunidad que tenía para demostrar a los fifís que a cuatro años de gobierno sigue contando con el apoyo del pueblo bueno?

Por años, el eterno candidato se ha especializado en manipular a la ciudadanía y hoy –como presidente, desde el gobierno–, ofrece lo que ya no podrá cumplir, porque el tiempo se le está agotando y se concentrará en sus grandes proyectos, para que queden listos antes de que concluya su sexenio.

Como sabemos, a lo largo de su carrera política, López Obrador se ha especializado en movilizar a sus seguidores y en ese terreno no hay quien le gane. No podemos negar que –entre los adultos mayores, la gran base de su masa clientelar–, goza de una enorme popularidad, pero esta vez se calcula que siete de cada 10 personas que asistieron a la movilización del pasado domingo, lo hicieron obligados, forzados además a escuchar un mensaje cansino, con motivo de sus cuatro años de gobierno.

Analistas políticos coincidieron que fue una torpeza de su parte haber arruinado la impresionante jornada –en la cual estiman participaron 1.2 millones de personas–, con un discurso demagogo, largo y repetitivo en el Zócalo capitalino.

Y en este sentido –por la arbitraria forma en que fue organizada–, llama la atención el comentario que hizo el expresidente Felipe Calderón, en el sentido de que el domingo terminó la presidencia de López Obrador, porque renunció a ser presidente de todos los mexicanos para convertirse meramente en jefe de una facción.

La politóloga Denise Dresser comentó que, para AMLO, la marcha es del pueblo, el Zócalo es del pueblo, y él representa al pueblo. Pero de acuerdo con la Constitución todos somos pueblo; ciudadanos con derecho a discrepar o defender al INE, sin que por ello, desde el poder, se nos excluya o denoste.

Sin duda, la reacción de López Obrador para convocar a la marcha, fue para mostrar musculo y sentirse arropado, pero lo hizo sin respetar las leyes electorales, porque no tolera las criticas ni la disidencia, de la misma forma en que lo hacen los regímenes totalitarios.

El tema electoral y su afán por destruir al INE, es la piedra en el zapato presidencial y se ha convertido en su obsesión. A pocas horas de que se presente en el pleno de la Cámara de Diputados la reforma electoral, estructurada con la propuesta de López Obrador –que de antemano ha sido rechazada por la mayoría de la oposición–, este escenario nos muestra que estamos a la víspera de una profunda polarización política, que va a dividir más a nuestro país, urgido de reformas profundas de otro tipo.

Al parecer, al inquilino de Palacio y a sus adláteres, poco importa que siga creciendo el número de feminicidios y de personas desaparecidas; que no se hayan mejorado los servicios de salud y educación o que la economía no esté en su mejor momento. AMLO prometió en campaña un crecimiento anual del 6 por ciento y una reducción importante de la violencia, lo cual no ha cumplido. Por el contrario, la delincuencia y el crimen organizado siguen avanzando en todo el país, con total impunidad.

De igual forma, tal parece que en este gobierno –donde existe una concentración excesiva del poder, no se aceptan las críticas y se hace hasta lo imposible para acallarlas–, nos estamos acostumbrando a que la incompetencia y corrupción se justifiquen –o incluso se estimulen–, como es el caso de varios aspirantes a gobernar algunas entidades, siempre y cuando pertenezcan al selecto grupo de quienes apoyan ciegamente a López Obrador y se cumpla su máxima de 90 por ciento de honestidad y 10 por ciento experiencia. Un panorama oscuro para el país.

Lo único cierto, real y tangible, es que hasta el momento –a menos de dos años de terminar su periodo de gobierno, que finalizará el 1 de octubre de 2024–, no sabemos si el escudo protector de López Obrador le será suficiente para hacerle frente al escenario de confrontación y profunda división entre los mexicanos de todas clases sociales, que dejará al concluir su mandato, no importa cuántas otras marchas se le ocurra encabezar.
Exdiputada federal, asesora de la AC Impulsa y colaboradora del STUNAM


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/CR

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