Todos celebramos que el paro nacional salió como se esperaba. Cien mil mujeres distintas reunidas un día antes para protestar por la crisis de feminicidios que impacta en el país. Aunque una marcha y un paro no arreglan todo, la visibilidad y demostración de unidad nos pone en el radar como nunca antes. Las mujeres no somos más el puntapié de otras mujeres. Nos une el dolor y la pérdida y ahora sabemos que todas hemos sufrido igual la violencia machista. Y mientras todos narran lo que era estar en las calles sin mujeres, yo les contaré lo que era estar encerrada en cuatro paredes.
Solo para fines de contexto, tendré que decir lo que no dije antes, yo también sufrí violencia machista. Yo también pensaba que todo podía cambiar para bien, que podía mejorar. Sí, como en las películas, como en los discursos, como en todos los reportes de violencia de género o en las carpetas de los feminicidios. He vivido en carne propia los insultos, las manipulaciones. Entendí a tiempo. Pensé a tiempo. Dios estuvo siempre conmigo.
Este lunes al despertar, el día se sentía distinto a otros. Mi trabajo que tanto amo estaba en pausa. No salí por mi café de todos los días, no saludé al señor de los tacos de canasta, ni me puse a platicar con los de la cafetería. Dejé a mi perro encargado para que pudieran sacarlo a pasear. No hablé con mis amigas. No hice nada de lo que siempre hago. Me detuve por completo.
El encierro me hizo poner atención en mis propias reacciones. Me sentía como cuando viví aquella etapa de mi vida, donde nunca encuentras salidas y soluciones más que salir de ahí. Me sentí callada, atrapada. De pronto empecé a ver cómo sería todo lo de mi alrededor si yo no estuviera.
No consumí casi nada. A lo mucho vi alguna película y un TED talk sobre la vulnerabilidad. ¿Qué es lo que las personas hacen para ser valientes? Gran título para aquel cuadro. Cuando no intentaba amortizar el propio impacto del paro, me encontraba recordando el por qué lo quise hacer. 10 mujeres ese mismo día serían asesinadas en México. Cientos de miles de mujeres serían golpeadas por sus parejas ese mismo día. Decenas desaparecerían de camino a su casa.
Sé que estamos bien con lo que pasó en la marcha y el paro. Sé que está la sensación de avance y que no estamos como hace cinco o 10 años; sin embargo, nunca debimos llegar hasta aquí.
Nunca debimos parar. Nunca debimos dejar de caminar por las calles con temor a ser violadas. Nunca debimos escoger la ropa para que nadie nos tocara sin consentimiento. No debimos hacer redes para que nos monitoreen mientras subimos a un Uber. No debimos encerrarnos para que vieran nuestro dolor. Pero estamos aquí y vamos a seguir hasta que la última pueda salir y regresar segura a su casa.