En 1984 salió publicado el libro “América Latina: desventuras de la democracia”, recopilación de ensayos escritos por dieciocho intelectuales el cual, en su momento, fue ampliamente comentado. Corrían aún los años difíciles de las dictaduras militares, pero ya se había iniciado un irreversible proceso de democratización el cual, eventualmente, nos levaría a todos los latinoamericanos a contar con gobiernos libremente elegidos en las urnas. Nos ilusionaron las esperanzas de tener un mejor nivel de vida dentro de un panorama de amplias libertades. Sin embargo, muy poco duraría el sueño. Ya a inicios del siglo XXI, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos publicaron sendos estudios donde ofrecían un oscuro diagnóstico donde la mayoría de los habitantes de la región asociaban a la democracia con ineficiencia gubernamental, corrupción, inestabilidad social e incremento de la violencia. Se reportaba entonces una paradoja: los mismos ciudadanos activos en el derrocamiento de los gobiernos militares estaban desengañados por las insuficiencias de sus nuevas democracias .
Desde entonces el desencanto con la democracia no ha dejado de crecer. Cada dos años se dan a conocer las encuestas del llamado “Latinobarómetro” sobre la salud democrática de las naciones latinoamericanas. El último informe se presentó en octubre. Entre los dieciocho países incluidos, en apenas siete el apoyo a la democracia es superior al 50 por ciento (Uruguay, Costa Rica, Chile, Bolivia, Argentina, Venezuela y República Dominicana). Los países donde la democracia tiene menor aceptación son Panamá (35 por ciento), Ecuador (33 por ciento) y Honduras (30 por ciento), Guatemala (37 por ciento), Brasil (40 por ciento), México y Colombia (43 por ciento) y Paraguay (44 por ciento). Por cierto, las naciones donde una proporción considerable de plano prefiere un gobierno autoritario son ¡México! (25 por ciento), Paraguay (24 por ciento), Ecuador (18 por ciento) y Perú (18 por ciento).
Para muchos analistas del bando liberal uno de los principales motivos de la desconfianza de los latinoamericanos en la democracia es su poca experiencia con ese sistema. La ola de democratización en América Latina sucedió apenas a fines de los años 80. Pero seríamos muy ciegos si no reconociéramos la ineficiencia de los gobiernos democráticos para abordar los problemas más urgentes de América Latina como causas nodales de su descrédito. Las democracias han gobernado para las minorías, de acuerdo a la percepción de la mayoría, lo cual ha propiciado desigual en distribución de la riqueza e inequidades en el acceso a la justicia, educación y salud. Si algún día queremos ver el final de las desventuras de la democracia en América Latina hará falta una autocrítica a fondo para propiciar un cambio profundo en sus reglas y adoptar una genuina vocación para transitar a sociedades más equitativas.