LUIS MONTEAGUDO
Dictador se le llama al sujeto que asume poderes extraordinarios al interior de un régimen constitucional, cuando estos no necesariamente respetan las pautas establecidas en las cartas magnas de los estados. Características de los sistemas democráticos actuales, implican los límites jurisdiccionales que cada uno de los tres poderes establecidos tienen (ejecutivo, legislativo y judicial). Los límites pretenden evitar la acumulación de fuerza, pero también la posibilidad de contrarrestar un poder excesivo en el otro. Por ejemplo, si el legislativo pretende establecer una normativa que vulnere cualquier derecho humano, se puede solicitar la revisión al poder judicial que turnará su estudio, y si así lo considera, declarará inconstitucional la intención del legislativo.
Cuando se impide el funcionamiento del andamiaje institucional, por ejemplo, que el titular del ejecutivo quiera vulnerar a los otros dos poderes, y para ello resta autoridad a sus respectivas jurisdicciones, el poder acumulado desbalancea el sistema de equilibrios. Las farsas de los dictadores modernos para lograr sus artimañas, van desde la creación de constituciones a modo (como la constitución venezolana que le permite al ejecutivo una ampliación ilimitada de su mandato, y como Evo Morales lo intentó malogradamente en Bolivia), hasta emulaciones electorales donde el único contendiente es un solo partido, o se permiten la existencia de partidos enanos cuya existencia le permite “presumir” al mundo una supuesta democracia (como lo hizo el PRI durante años).
El dictador es, pues, toda figura que, con afanes de ampliar su poder, viola las delimitaciones de los otros dos por medio de artimañas, o ya abiertamente su imposición a través de un golpe de estado, es decir, la destrucción y suplantación de un régimen anterior, y la implantación de uno que concentra plena autoridad o en una asamblea, o en un solo sujeto que decide sobre la vida y muerte de ciudadanos e instituciones. Este es el caso cubano.
El mundo observó la represión de la dictadura cubana a un pueblo empobrecido, derrumbando el mito que a fuerza han querido imponer las izquierdas latinoamericanas, pretextando el fracaso del régimen a otras potencias, y no a la incapacidad, despotismo y brutalidad de las propias dictaduras dizque “amadas por el pueblo”.