Columnas
Desde que Cassius Marcellus Clay, Jr. cambió su nombre por el de Mohamed Alí, en 1964, comenzó una lucha frontal contra el supremacismo blanco que dominaba en el país más democrático del mundo. Supo granjearse el aprecio de muchos sectores gracias a que era inteligente y carismático; se presentó en las universidades más progresistas de la nacióndonde impartía conferencias llenas de ingenio y gracia, haciendo reflexiones contundentes que ponían a pensar a quienes lo escuchaban. El campeón del mundo se hacía cada vez más influyente y encabezaba un movimiento social que tarde o temprano podría significar problemas para el “stablishment”. De manera que éste, siempre alerta ante cualquier contingencia que lo ponga en riesgo, desempolvó un viejo plan que le había servido muy bien para deshacerse, años atrás, de Elvis Presley, quien en su momento también fue visto con muy malos ojos.
Alí fue llamado a enrolarse en el ejército para luchar en Vietnam en defensa de la libertad, pero hete aquí que Mohamed se negó rotundamente. A diferencia del “Rey del rock and roll”, que sirvió durante dos años en las fuerzas armadas y fue domesticado por el sistema, nunca se volvió un niño bueno y bien portado (las imágenes de Elvis donde aparece sin patillas y su pelo rebelde, vistiendo uniforme militar en lugar de jeans y chamarra de cuero son bastante patéticas).
El campeón alegó que el Viet Cong nunca lo había discriminado ni tratado en forma despectiva, haciéndole saber que era inferior y un ciudadano de segunda, de manera que no tenía ningún motivo para ir a matar a nadie en las selvas del sureste asiático. Sin embargo, sí acudió a la oficina de reclutamiento en la fecha de su convocatoria, en abril de 1967; ante las preguntas del oficial castrense permaneció inmóvil sin contestar el cuestionario, sólo se declaró como objetor de consciencia. Después de la negativa fue acusado de deserción y en consecuencia el estado de Nueva York le retiró la licencia para boxear profesionalmente.
En esos momentos Mohamed Alí estaba en plenitud de facultades, en lo más alto de su carrera, sin nadie que le hiciera sombra como campeón indiscutible de los pesados. La suspensión provocó su total caída desde el punto de vista profesional, pero no se dobló en ningún momento; continuó adelante con sus conferencias y se volvió más activo en los medios de comunicación, que estaban felices de entrevistarlo, muchas veces con el fin de ponerlo en ridículo, pero él les daba la vuelta invariablemente, siempre hablando en contra del supremacismo y la guerra.
Judicialmente tenía que enfrentar los cargos en su contra; el tribunal de Houston lo declaró culpable condenándolo a cinco años de cárcel, que pudo librar tras pagar una fianza. Como consecuencia de no poder pelear, la Organización Mundial de Boxeo (OMB) terminó por desconocerlo como campeón del mundo. Pero ni aún así se dejó vencer y continuó adelante defendiendo sus convicciones, a costa incluso de su carrera.
En 1970, por fin privó la cordura y le devolvieron su licencia de boxeador, cuando tenía 28 años de edad. Alí nunca se retractó, convencido de que su causa era justa y que tenía la razón. Eventualmente recuperó el título que por derecho le pertenecía y siguió brillandocomo nadie. Fue grande en el cuadrilátero, pero aún más fuera de este; prevaleció a todo transe, enfrentando la adversidad sin darse por vencido. Hasta el próximo jueves…