Retomo el comentario del jueves pasado sobre el diálogo que, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, sostuvieron Michael Sandel y Yuval Noah Harari sobre nuestras fracturas sociales, económicas y políticas.
Ambos se duelen de que, en lugar de denunciar y combatir los daños del modelo globalizador creado por los partidos y jefes de Gobierno de derecha (Thatcher, Reagan), los partidos de centro y de las izquierdas democráticas solo los atemperaron y acaso extendieron la red de protección social, pero que esa respuesta a la creciente desigualdad fue demasiado tímida y, por lo tanto, ineficaz, pues pudiendo humanizar el modelo, lo abrazaron.
Y es que esas fuerzas políticas progresistas no percibieron el insulto de la promesa vana de que la movilidad social y económica crecería si obtenías título universitario y, además, dejaron correr la presunción de que, si la gente no lo lograba, si no triunfaba en la nueva economía global, era responsabilidad individual y fracaso de cada quien, por falta de esfuerzo y determinación, y no del modelo, lanzando a las personas a una existencia indigna, áspera y sin esperanza.
Esa economía del deshonor, esa política de la humillación, fueron erosionando la dignidad del trabajo y restándole reconocimiento social, pese a sus aportaciones al bien común, e hicieron surgir un resentimiento político que se convertiría en incendio electoral para desbancar a las fuerzas partidistas tradicionales que, por acción o por omisión, le habían impuesto a la clase trabajadora retos económicos insuperables.
Señalan que, por ejemplo, frente a los resultados de la elección presidencial de los Estados Unidos, Biden y los demócratas (y en general los partidos de izquierda y de centro) no deberían alegrarse de poder regresar a como estaban las cosas antes de Trump, porque ya estaban bastante mal desde Bush y con Obama. Advierten que lo que deberían estar diagnosticando e interpretando es el hecho de que 70 millones de personas querían 4 años más de Donald, a pesar del desastroso manejo de la pandemia, causante de muerte y desolación, y del evidente deterioro económico, causante de recesión y desempleo.
Esa insistencia reeleccionista, afirman, no expresa algún deterioro cognitivo masivo ni el arribo definitivo de la post-verdad, sino la expresión meridiana de la indignación que corre por todo el planeta contra el statu quo que, sin compasión les ha infligido dolor, arrojándolos a la más oprobiosa postración y ha generado el ascenso de los populismos.
Al final de la plática, Sandel enfatizó y Harari asintió, que hay que corregir tres cosas para restaurar la virtud cívica en nuestras sociedades y de paso acorazar o restaurar nuestras democracias: el papel de la educación superior y el acceso a ella; la dignidad y aportaciones del trabajo decente a la nación entera; y el significado del éxito.