El populismo avanza inexorablemente por el mundo y nada bueno puede surgir de ello.
Una teoría por demás provocadora ve en la tecnología —y la consecuente conectividad de la sociedad— como la plataforma sobre la que se han levantado este tipo de liderazgos. Según ese planteamiento, cuando las personas alrededor del mundo pensaron que las redes sociales y las aplicaciones facilitarían desde sus antojos, sus compras y hasta la búsqueda del amor o el apoyo emocional, lo que realmente hicieron fue poner a disposición de la política y del poder económico sus más íntimos temores, gustos y esperanzas.
Con cada like, con cada compra en línea, con la simple manifestación de dolor por la muerte de un ser querido, es suficiente para que “alguien” procese eso, lo introduzca en un algoritmo y pueda así perfilar, con bastante precisión, hasta cinco mil ejes de datos que permiten segmentar a los individuos y determinar sus filias y fobias.
Todo el tiempo estamos generando información que nunca se desvanece en la nube; sino que alguien la obtiene, la almacena, la procesa y la comercializa. Nos hemos convertido pues, en una mercancía que se vende al mejor postor. Así lo explica el extraordinario y escalofriante documentalThe Great Hack (Nada es Privado). Éste gira en torno a una larga investigación sobre el escándalo de la firma consultora británica Cambridge Analytica; y el uso que le dio a los datos personales de millones de personas vía Facebook. Con la explotación científica de esos receptáculos informáticos, se dedicaron a prestar servicios de inteligencia y mercadotecnia electorales, que ulteriormente llevaron a Trump a la Casa Blanca. También fueron determinantes en la campaña sobre el Brexit que finalmente divorció a la Gran Bretaña de la Unión Europea.
Y ya no hay marcha atrás, por más leyes y normas que regulen el uso de la información personal, los individuos (por decisión propia, ignorancia o negligencia) han abierto sus vidas a un Gran Hermano que es capaz de influenciar su comportamiento.Para ejemplificar de forma sencilla algo tan complejo, es como si alguien en Alabama manifiesta en la red social que le gustan las armas. Esto lleva a que quizás sea un entusiasta de la Asociación Nacional del Rifle, que sea simpatizante de los republicanos; y entonces le aparecerá en su pantalla un anuncio denostando a los demócratas.
Pero lo más escalofriante de dicho documental es la tesis de Cambridge Analytica, que establece que primero que nada, es necesario incentivar la división y el encono en la sociedad (con el nefasto Steve Bannon como su principal ideólogo). Una vez fragmentada, se puede decir que las personas les pertenecen; porque esto les permite jugar con ellas y contraponerlas. Así pues, las redes sociales han ayudado en formas insospechadas a clasificar a los ciudadanos, segmentarlos y hasta a radicalizarlos. Lo peor de todo es que el nivel de precisión que se obtienen con los algoritmos elaborados son altísimos.
Tristemente, las elecciones ya se ganan así. Son contiendas que no podrán prescindir de este tipo de herramientas; y que sin embargo rebasan las fronteras de la intimidad y la legalidad. En principio parecerían simples estrategias de mercadeo; pero en un mundo globalizado, esto da para destruir democracias y conquistar territorios a distancia. Y los populistas lo saben muy bien.
•Internacionalista, político, empresario y escritor:
@RudyCoen