Narendra Modi, el cada vez más autoritario primer ministro de la India, es presentado a la población por sus partidarios como un “regalo de Dios”, quien llegó al poder para guiar al país a una “edad de oro”.
En un país con más de 1,300 millones de habitantes (muy pronto rebasará a China como el más poblado del mundo) y donde conviven decenas de culturas, cada vez más las cosas parecen girar en torno al gobernante. El año pasado fue rebautizado el estadio de cricket de Ahmedabad (el más grande del planeta, con capacidad para 130 mil espectadores) con el nombre de Narendra Modi. Pocos días antes la agencia espacial india lanzó un satélite con la imagen del premier. Por todo este enorme país se multiplican las calles y espacios públicos en honor del gobernante. Y aunque la gestión de la pandemia por parte del gobierno fue ampliamente criticada a nivel internacional, eso no fue óbice para incluir en cada uno de los certificados de vacunación repartidos en el país (más de mil millones) la imagen de tan reverenciado señor.
Exaltar políticos no es nuevo en India. Nehru y Gandhi presiden aun el panteón secular de la patria. La estatua más grande del mundo dedicada a una persona está en esta nación y honra a Sardar Patel, otro de los héroes de la independencia. Pero Modi se canoniza a sí mismo estando en el poder, presentándose como “el nuevo padre de la nación”. Su partido lo describe como “el mesías de los pobres”, cuyo liderazgo convertirá a India en el “Maestro Global”. El culto a la personalidad sirve también para afianzar el clientelismo. Las bolsas de apoyos alimenticios y de diversa índoles entregadas a los pobres invariablemente están adornadas con el rostro sonriente de Modi y el principal programa de vivienda del país se llama : “Plan de Vivienda del Primer Ministro”.
Nada justifica tanta adoración. Modi ha utilizado despiadadamente los instrumentos del poder estatal para socavar el funcionamiento de las instituciones democráticas. Ha domesticado a los medios de comunicación (India ocupa actualmente el puesto 142 en la clasificación mundial de la libertad de prensa de Reporteros sin Fronteras), persigue con las autoridades fiscales a sus oponentes políticos y ha encarcelado a docenas de activistas de derechos humanos. Ha buscado, con cierto éxito, poner bajo su control instituciones previamente independientes como el ejército, el banco central, la comisión electoral y el Poder Judicial. Bajo su gobierno a economía se ha relantizado, incluso antes de la pandemia. La pobreza y la desigualdad han aumentado de manera alarmante, con India ocupando el puesto 101 de 107 países en el Índice Mundial del Hambre y el 140 de 156 en términos de brecha de género.