Benjamín Barajas
El Día internacional del libro es una oportunidad para reconocer la importancia de las obras escritas en el avance del conocimiento, en todas las esferas de la acción humana; lo cual incluye los ámbitos de la ciencia, las artes y la vida.
La escritura surge por la necesidad de preservar la memoria. Desde su aparición hubo una ruptura del espacio y el tiempo cotidianos, para establecer una realidad alternativa, un mundo de ficción que permitió, a la espacie humana, vivir en dos dimensiones: una imaginaria y otra situada en la realidad convencional del tiempo presente. Gracias a esta polaridad, según algunas teorías evolutivas, el cerebro humano alcanzó un desarrollo superior al resto de los animales.
La escritura suscita, además, tres figuras emblemáticas: el autor, el medio, o soporte material del texto, y el lector. El autor prehistórico fue un escultor, como Moisés, que confeccionó sus mensajes en piedra, en barro o en las paredes de las cavernas, mientras que el lector fue un iniciado en el misterio de los signos, los cuales fueron la clave de acceso a otros mundos revestidos de ritmos, imágenes y voces. En este contexto, de la piedra, a la imprenta y a la era digital, solo hubo un leve parpadeo.
Ahora que vivimos aislados, por causa de la pandemia, se ha dicho, recordando a Aristóteles, que el hombre es un animal social y que los vínculos verbales que teje con los otros seres lo constituyen y le impiden perderse en el abismo de la soledad, la desmemoria y el vacío. Por eso, los libros, y los perros, son los amigos fieles de la especie humana, y están hechos para tender puentes a la imaginación desde la esfera de lo real.
La escritura y la lectura son acciones que alimentan la memoria, y también son actos amorosos de diversa índole; por eso se puede hacer una analogía entre el libro y la rosa; los amantes intercambian rosas, pero también se obsequian libros; porque éstos serían los cuerpos seductores para leer el mundo.
El Día internacional del libro tuvo su origen en esta doble vertiente: unió la fantasía de los enamorados –cuyo patrono fue el santo medieval san Jorge, que hacía brotar del pecho del dragón ramos de flores– con la necesidad de recordar la muerte de dos figuras perdurables de las letras: Miguel de Cervantes Saavedra y William Shakespeare.
Esta celebración es un acto de memoria en cuyo centro subyace el libro, como un alto testimonio de esperanza en estos días, cuando la humanidad requiere del auxilio de las grandes palabras que den cobijo a nuestra frágil existencia.
Los libros son lámparas maravillosas cuya luz solo se activa con los ojos del lector, por eso debemos leerlos, porque con su lectura podemos combatir la oscuridad e iluminar el mundo. Tal es la metáfora de La historia interminable de Michael Ende.