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El padre

El padre

Columnas jueves 08 de abril de 2021 -

Antonio Rodríguez

Si alguien necesita motivo alguno para regresar a las salas de cine fuera del improperio argumental que es Godzilla Vs Kong, sinceramente considero que este filme podría ser el motivo que perfecto para hacerlo.

Las cosas se repiten, ya no sabemos si por día o por mes. Siempre la misma cena. Siempre el mismo objeto perdido. Siempre alguien se va o llega. Siempre falta algo o ese algo faltante cambia de lugar. Pero a pesar de que todo se repite, nunca es de la misma manera. Siempre un detalle camnbia.

El padre es el retrato macabro y sensible, que no sensiblero, sobre la perdida de facultades cuando llega la edad senil, sobre lo desesperante que debe resultar para una persona no ser consiente de sí mismo, ni de sus aptitudes. Florian Zeller, dramaturgo inglés, director de teatro y novel director de cine, adapta una de sus obras y la representa de manera excepcional, aunque con cierto tropezones en la dirección, pero que no demeritan en lo más mínimo su obra.

El hecho de que el director en el primer tramo del filme, nos ponga desde la perspectiva de Anthony (Anthony Hopkins) hace que desde los primeros minutos nos sintamos inmersos en el estrés y desesperación que sufre el personaje, que a manos de su hija, se niega a ser cuidado por una enfermera ajena a él. Todo con tal de ponernos- aparentemente- en la perspectiva contraria, la de la hija que tiene que cuidar a un padre doliente: Anne (Olivia Coleman). Dicho cambio de perspectiva no me parece muy acertado.

Hopkins actúa de manera sublime, y resulta grato, puesto que teníamos mucho tiempo de no haberlo visto en un buen papel, parecía ya acostumbrado a seguir aceptando roles inferiores a su capacidad histriónica, sencillos de llevar a cabo y fáciles en términos de tiempo, aquí se nota en buena forma, al igual que Coleman, que dueña de un rango actoral nato, no necesita más que su rostro para evidenciar tristeza, decepción y desesperación.

Zeller logra matizar las emociones exactas en los momentos exactos con base en sus actores, que vale ser redundante en esto, no tienen desperdicio, Hopkins brinca del enojo a la risa de un momento a otro, mientras su hija intenta sostener un mundo que se desmorona.

El padre nunca cae en sentimentalismos baratos, retrata una decadencia senil, de manera fría y cruda, de ahí la importancia de poner especial atención a los cuidados médicos que se le brindan al personaje, que en todo momento, o por los menos los que son claros para el espectador, son educados, profesionales y adecuados, pero poco familiares y por ende poco cálidos, que contrastan fuertemente con el llanto de un hombre mayor que busca desesperadamente a su madre cual niño en guardería.


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/CR

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