Desde Palacio Nacional se dio el banderazo de salida a la carrera presidencial del 2024. Algunos opinan que se trató de un movimiento demasiado prematuro y eso siempre se ha dicho, pero los militantes de Morena, una vez que tuvieron luz verde, se dieron a la tarea de apoyar a su candidato. La semana pasada, durante la celebración del triunfo del 2018, en el Auditorio Nacional, el partido oficial se pronunció por su favorita, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum.
Así, la carrera presidencial en la actualidad será muy diferente a lo que era en el pasado. Pero no faltan aquellas miradas nostálgicas que añoran a “el tapado”, que es considerado uno de los símbolos más sobresalientes del sistema político mexicano, sin embargo y a la luz de esta, la más reciente carrera presidencial, en los círculos políticos se preguntan si dicha figura no estará en extinción.
La pregunta sobre quién sería el sucesor del presidente en turno, se hacía cada sexenio, conforme se acercaba el momento culminante de la sucesión presidencial. Entonces se convertían en “tapados” los hombres, -nunca mujeres-, más cercanos a quien era el presidente de la República y todo se iba en apuestas y especulaciones.
Era así que el propio jefe del Ejecutivo, como figura máxima del escenario político nacional, jugaba con sus propias cartas ya que para ello, gozaba de un amplísimo margen de libertad, por ello, alentaba un día a uno y al siguiente al otro aspirante. El lenguaje corporal, los saludos, las miradas, las palmadas que prodigaba quien era el presidente adquirían una relevancia muy especial porque diversos analistas políticos coinciden en señalar que solo la voluntad del presidente de la República era el que por “dedazo”, designaba a su sucesor y si se equivocaba, entonces ahí entraban los electores, que eran los que “pagaban el pato”.
El problema es que, efectivamente, no solo uno, sino varios expresidentes se equivocaron y las consecuencias fueron nefastas.
Lo que no se puede soslayar, es que en aquella época del “tapado”, se requería como base y condición indispensable, de un partido; lo que en el pasado fue el otrora poderoso Partido Revolucionario Institucional, (PRI), que actualmente se estrangula en sus propios conflictos y ha quedado reducido a casi, casi, un partido satelital en buena parte, gracias a los buenos oficios de su actual dirigente, Alejandro Moreno Cárdenas.
No obstante en el tiempo del “tapado”, el Revolucionario Institucional, era el instituto político único y más poderoso en México que llegó a tener incluso, un candidato presidencial sin contendiente alguno enfrente.
Hoy, las cosas son distintas, pero en lo que se refiere a que será el presidente el que designe a su sucesor, no hay duda.
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