Independencia y autonomía, claves en la democracia

Este fin de semana celebramos los 212 años del inicio del movimiento de independencia que, entre otras cosas, cimentó las bases de nuestro país al recoger la exigencia de las personas para tener libertad y decidir soberanamente sobre su destino.

Después de la independencia vino el imperio y, tras pocos años, el sistema republicano. A partir de ahí, nuestro país ha transitado por diversos escenarios en su organización política y la vida democrática, pasando por las leyes juaristas, el porfiriato, la revolución y la creación de los primeros partidos políticos.

Posteriormente, con las leyes que garantizaron el acceso de la oposición a las cámaras legislativas a través de la representación proporcional y la creación del Instituto Federal Electoral, se dio un vuelco a la vida democrática poniendo a la ciudadanía en el centro de la organización y vivencia de los procesos electorales.

Han pasado más de 200 años desde aquella noche histórica. Hoy, seguimos pugnando por mejorar la calidad de nuestra vida democrática a través del acceso de todas las personas a los espacios de toma de decisión en condiciones de igualdad.

No podemos entender una democracia integral si seguimos dejando de lado a grupos históricamente marginados o discriminados de los espacios de poder político; si invisibilizamos a más del 50 por ciento de la población a través de una cultura patriarcal y que construye barreras para silenciar millones de voces.

El camino de la independencia ha sido largo y, sin duda alguna, la creación de instituciones autónomas especializadas ha sido pieza fundamental para su consolidación. En la actualidad, y centrándome en el ámbito electoral, el trabajo de los entes públicos de carácter administrativo y jurisdiccional ha sido pieza clave para cerrar las brechas y abrir nuevos espacios para la pluralidad de voces.

Los institutos y tribunales electorales, tanto del orden federal como local, construyen diariamente desde sus ámbitos de competencia el andamiaje y oportunidades para nuestro acceso a la vida pública y, por ende, aumentar las visiones en la toma de decisiones.

Las autoridades electorales locales, en específico, son el primer punto de contacto con la ciudadanía y quienes conocen de primera mano sus necesidades, de ahí que su fortalecimiento en el ámbito legal y su permanencia en el tiempo sean trascendentales para seguir desarrollando nuestra democracia.

Hago votos por el respeto de estas instituciones que dan la cara y escuchan a la ciudadanía en todo momento, garantizando la certeza y la equidad en los procesos electorales e impulsando acciones en beneficio de los grupos de atención prioritaria.

Finalmente, el camino idóneo para su fortalecimiento y permanencia transita por garantizar su autonomía e independencia frente a cualquier poder. Contar con instituciones electorales sólidas seguirá abonando a la confianza de la ciudadanía en los procesos electorales y, por ende, en nuestra democracia.

Martha L. Mercado Ramírez

Magistrada del Tribunal Electoral de la Ciudad de México

@MarthaMercadoRm