Columnas
Mi historia como luchadora social ha estado marcada por innumerables batallas e incontables primeras veces. A consecuencia de las injusticias he tenido que aprender a defender lo que creo correcto con firmeza en mis convicciones y apego a la legalidad, ninguna batalla ha sido sencilla, ser mujer y convertirme en dirigente del barrio en un contexto de machismo puro, significó resistir y sobrevivir a las descalificaciones y malos tratos de los hombres que atendían a los intereses del líder más fuerte de Tepito en aquel momento, ya que no estaba dispuesto a verse rebasado por una mujer, esa fue mi primera batalla.
La segunda fue con una líder importante del Centro Histórico a la que nadie se había atrevido a confrontar ya que sus acciones siempre habían estado caracterizadas por la represión, violencia y difamación, haciendo uso de la impunidad con la que contaba desde los gobiernos en turno que auspiciaron su crecimiento ya que significaba una bolsa electorera, este evento le costó la vida a mi compañero y padre de mis hijos, con profundo dolor viví en carne propia lo que cientos de familias en este país han experimentado. A partir de ese momento tuve que decidir entre rendirme o seguir adelante; motivada por el amor a mi familia, con mayor empatía y sentido social de quienes vivían circunstancias semejantes, decidí seguir, ponerme de pie, continuar luchando y alzar la voz.
En Tepito se me reconoce por mi lucha, porque contra cualquier embestida he sido la primera en salir a dar la cara. Durante mi colaboración en libro “Las voces del centro histórico, la lucha por el espacio en la Ciudad de México” traje a mi memoria el momento en el que, vulnerando cualquier derecho humano, intentaron despojar a muchas familias de su hogar mediante una expropiación, en uno de los tantos pronunciamientos públicos que di, tuve la osadía de decirle al entonces titular del gobierno que, así como había venido a pedir votos debía venir a pedir perdón porque eso no se le hacía a la gente.
Me dieron el adjetivo de ser “una líder controvertida e incómoda” porque en reiteradas ocasiones me pronuncié enérgicamente y denuncié los abusos e injusticias cometidos en contra de gente inocente.
Ser mujer de Tepito y ser comerciante es mi estigma, es el que inventaron para intentar callarme.
La lucha que iniciamos 70 mujeres que hoy se reconoce como activismo, indudablemente ha valido la pena, hoy sus hijos son profesionistas y trabajadores de éxito, ciudadanos conscientes que aprendieron de esas extraordinarias personas, la fortaleza y determinación para no claudicar. La fraternidad de quienes hemos tenido la legítima aspiración de vivir mejor trajo consigo la suma de miles de voluntades. Nací, crecí y me forjé en la Cuauhtémoc, mi vida seguirá estando determinada por la lucha social, por hacer de los derechos una realidad asequible para todos, hasta que la inclusión sea una expresión natural de vida.
#porlosqueamamos María Rosete