El futuro educativo de los niños está en riesgo. Una apresurada revisión a los libros de texto puede ser la puerta al adoctrinamiento de un proyecto dogmático que es la antítesis del conocimiento científico y del estudio serio de las ciencias sociales, estrategia que pretende reinterpretar la historia para justificar los nuevos tiempos políticos como un estadio superior de nuestro desarrollo como sociedad.
La chauvinista visión maniquea que se quiere imponer en los libros de texto es una ocurrencia que carece de soporte pedagógico, de planeación científica y carente de una revisión seria de los contenidos, respaldada por estudios de especialistas y confrontados con la realidad. Un gobierno que no apoya a la ciencia, que redujo el presupuesto a las universidades, que desmanteló los organismos dedicados a la investigación, que no impulsa los proyectos científicos nacionales -como la vacuna mexicana contra el coronavirus que al menos tres institutos desarrollan con exiguos recursos propios-, que por borrar la reforma educativa de sus adversarios no se ha preocupado por capacitar y actualizar a los maestros, no puede visualizar contenidos serios para los libros con que se formarán a las nuevas generaciones.
Es tan pedestre esta tarea ideologizante que se fijaron mes y medio para editar los nuevos textos, incluso convocaron a los artistas plásticos para el diseño de las portadas, invitación que fue rechazada por estos, ya que querían que el trabajo fuera gratuito. Así valoran el esfuerzo profesional de los creadores, solo se apoya monetariamente a los simpatizantes del régimen.
La Iglesia Católica en su publicación Desde la FE hace un excelente análisis sobre la revisión de los libros: “es fundamental realizar procesos objetivos, apegados a criterios pedagógicos, blindados y libres de cualquier ideología, encaminados a la verdad y al aprendizaje.
Los conocimientos deben ser verificables, con fundamentos validados por la ciencia”. Más adelante dice el editorial: “Ni la prisa ni la urgencia son buenas consejeras, nos llevan a procesos sin metodología ni orden y despiertan sospechas sobre una posible manipulación ideológica que traería de regreso un adoctrinamiento del Estado hacia los niños mexicanos. Sería muy lamentable volver a caer en la imposición de una corriente de pensamiento o posición política desde las escuelas”.
Concluye el escrito: “Es necesaria una reconstrucción del tejido social…, solo de esa manera se puede garantizar la libertad de conciencia… y construir un auténtico y desideologizado Estado laico que forme mexicanos bien informados y capaces, orgullosos del México que hemos sido”.
Pero qué clase de revisión habrá cuando nos empecinamos en hacer coincidir erróneamente los festejos de la fundación de Tenochtitlán (1325) con la creación de la Nueva España (1521) y la consumación de la Independencia (1821) o insistir en que España y la Iglesia ofrezcan disculpas por lo que sucedió hace 500 años cuando no existía el país ibérico, sino el reino de Castilla, y tampoco había mexicanos.
Seguramente se mantendrá con esa visión maniquea la idea del Juárez demócrata que duró 14 años en el poder, pero el dictador Díaz mantendrá su destierro perenne. ¿Cómo se hablará en los libros de Historia del asesinato del general Francisco Serrano en Huitzilac, candidato opositor a Obregón y eliminado por Calles porque no aceptó la reelección del sonorense, principio básico de la Revolución Mexicana, si hoy se promueve la continuidad anticonstitucional del presidente de la Corte?
¿Habrá alguna teoría científica que respalde que México se fundó hace diez mil años o que, ante los efectos negativos del cambio climático, México mantenga el uso contaminante de energías fósiles cuando el mundo entero cambió a las energías limpias?
Seguramente se impondrá el criterio subjetivo de los ideólogos de la 4T y adoctrinarán a una nueva generación, pero la verdadera Historia no los absolverá.