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La Historia

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Columnas martes 15 de septiembre de 2020 -

Por Casimiro Femat

Todo empezó con el poema de Pavese cuyo título es “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”, que Inserté en la publicación que precede a esta, de dónde me surgió lo siguiente:

Solo sé que un día vine al mundo
Sin pedirlo
Sin saberlo
Y ahora estoy triste
Porque sé que
También sin pedirlo
Tengo que irme

Y hasta hoy me percaté de que es similar a una rubay de Omar Jayyam —que para algunos se escribe como Khayyam, Kheyyam o Khaiame— y que dice así, en una de las numerosas versiones (Colección Visor de Poesía número 125, página 55; 1991)

Primero me dio el ser ser sin consultarme
y el hecho solo de existir me arrojó en el asombro.
Después me hace abandonar el mundo a disgusto
sin dejarme adivinar con qué intención me puso aquí abajo.

Esto dio lugar a que yo me preguntara, en estos tiempos en que es tan probable que la muerte nos alcance, cuándo empieza la historia de un individuo, si a cada uno le interesa su historia y, si es importante, por qué.
La primera respuesta en que pensé fue que la historia de cada quien comienza al nacer; esto es, la clásica, que corresponde a lo animal de los humanos: el ciclo de nacer, reproducirse y morir, aderezado por las circunstancias y acontecimientos que rodean al sujeto.
Pero, otra parte de su historia tal vez tiene que ver con el pasado tanto de sus parientes como de las personas con las que convive, que combinado con el momento que le toque, dará como resultado la peculiaridad de cada uno en unos cuantos aspectos.
Así, puede ser que en un ochenta por ciento una persona actúe igual que los demás hermanos, pero el 20 por ciento hará la diferencia, pues un hecho insignificante puede ser decisivo; por ejemplo que, por azar un día despierte más temprano que sus hermanos y se sorprenda de la luminosidad del amanecer y a partir de ahí haga las cosas de manera diferente, tenga ideas que los demás no, que tenga gusto por distracciones que difieren de las que prefieren los demás.
Puede ocurrir también que, por alguna circunstancia encuentre algún objeto que llame su atención y eso desencadene un interés por todo lo relacionado con ese objeto, por mencionar sólo una posibilidad.
En general, puede actuar como sus hermanos en la mayor parte de las cosas pero poseer sus peculiaridades por acontecimientos que se le presenten sólo a él, etcétera.
Y, en cuanto a sí el pasado es importante para cada quien, creo que en general sí, y esto se debe a que, casi para todo mundo, saber el origen le permite al individuo crear su historia sin tener que partir del vacío, sino de algo concreto, cualquiera que sea ese algo. ¿Cómo resolverá con su pasado el vacío inherente a la naturaleza humana? Esa es otra historia, y esa historia sólo la puede contar un especialista, no este diletante.
Pero también en la historia de los países puede ocurrir que una nación que tuvo el mismo pasado que sus demás vecinas se diferencie de éstas y que su desarrollo se haya suscitado por un hecho que en su momento no era tan significativo, pero que impulsó otros que sí lo fueron.
Pienso en este momento en Costa Rica, que por algo actualmente es considerada como la pequeña Suiza, apelativo que lo dice todo. Es un país latinoamericano que se ha diferenciado del resto en el sentido positivo, por su crecimiento en todos los ámbitos.
En resumen, la Historia, la personal y la de las naciones, no debe entenderse sólo como una sucesión de acontecimientos, pues no siempre son determinantes, ni como una retahíla de narraciones sobre los personajes destacados que hicieron o dijeron algo, por importante que haya sido.
La Historia es más compleja que eso, está compuesta de acontecimientos, y de hechos de personajes, pero no solamente de eso, intervienen el azar y hechos del pasado que a veces parecen no tener nada que ver con el presente, igual que en la vida de las personas.
Creo que debemos situarnos en un plan donde cada uno de los acontecimientos en la historia universal es el resultado del pasado, de lo que debía haber ocurrido y de una concatenación de circunstancias relacionadas tanto con lo premeditado como con lo azaroso y también con lo no premeditado y aplicado en un instante determinado ante unas circunstancias por demás adversas.
Recuerdo una película, Jonás, que cumplirá los 25 en el año 2000, de Alain Tanner (1975), en ésta un profesor utiliza un repollo, lo parte a la mitad y, mostrando una de las partes seccionadas, pregunta a los alumnos si alguien le puede decir dónde termina y dónde empieza cada una de las capas que componen el repollo. Más o menos así es la historia.







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