Columnas
En este momento no hay voz de la derecha que no pueda ser sospechosa de abonar a la planeación de un golpe de estado blando. El discurso violento y la radicalización de las posturas son testimonios de que se alejan de la legalidad, del debate convencional y civilizado y se acercan a la agresividad del lenguaje para exaltar los ánimos y provocar respuestas ásperas.
Irrupciones en las sesiones, interrupciones en los debates, gritos en las declaraciones, insultos en lugar de diálogo forman parte de un enrarecimiento de la política que lleva a la violencia. La derecha sale de los esquemas tradicionales de la civilidad para alcanzar espacios que violenten, que degeneren en violencia física, que servirá, a su vez, para acusar represión en caso de ser reprendidos. Atrás quedaron los reclamos a la izquierda de ser violenta ahora es la derecha la que agrede, superando cualquier antecedente.
Llama la tención que el tono, el contenido y hasta los temas de la derecha española dentro y fuera del recinto parlamentario, son los mismos que en México: la falta de medicamentos, la falta de libertad de expresión, la supuesta corrupción, etc. Basta ver algún debate, igualmente acalorado y estridente que en México para darnos cuenta de muchas similitudes.
La derecha está tan sola donde intenta revivir que necesita de acompañamiento de otros países. Hacer comparsa no es fortalecer ideales sino plagiar caminos hacia la derrota.
La derecha en México se mueve hacia su extremo, se radicaliza y adopta posturas que antes no sólo negaba sino rechazaba. La democracia ala derecha mexicana, que abarca los tres partidos con registro en la oposición, le quedó grande.
PAN, PRI y MC no tienen ni las simpatías ni el voto del gente, simplemente se acompañan en su dolor y con base en la nostalgia por el poder y la obsesión por recuperarlo, hacen de su discurso la descripción de un muro de lamentaciones en cada sesión del Congreso.
Los partidos de derecha ya no representan a la derecha, ni a los empresarios, ni al clero, ni a los conservadores, ni a los hacendados, terratenientes, banqueros, etc. Los personajes con profundos intereses económicos echan mano de otras instancias para hacer valer sus propuestas menos los partidos de derecha que no saben cómo expresar sus intereses.
Los verdaderos conservadores con intereses inmensos en el país, han preferido tener como representantes a los medios, convencionales cuyos propietarios son empresarios y magnates de un periodismo que nadie toma en cuenta peros les sirve para decirse víctimas de la represión contra la libertad de expresión.
Al ser víctimas de la cooptación de algún derecho tienen pasaporte a las instancias internacionales de derecha para ser apoyados en foros y, a veces, con presupuesto para ejercer mayor presión o perpetrar un golpe de Estado.