Por Israel González Delgado
La intención de la Secretaría de Educación Pública, y de todas las escuelas y universidades que han intentado continuar las actividades del curso escolar a distancia, es loable. Los resultados son mixtos. Las experiencias que hasta el momento han tenido los profesores y los alumnos son desiguales, pero hay una marcada tendencia a ver la escolaridad virtual como un mal necesario que ojalá pase pronto. Una escuela privada creada en el norte del país, apuesta desde hace varios años a dejar de tener aulas y edificios, tan costosos e innecesarios (según ella) y que todos los estudiantes se conecten desde sus casas y al final de la carrera reciban su título por correo electrónico. Por supuesto, cobrando las mismas colegiaturas que ahora, si no no tendría chiste. Creo que se quedarán con las ganas. Me explico.
En primer lugar, las personas están asociando el modelo no presencial como parte del encierro forzoso, y como tal, se agrupa en la serie de conductas que uno no realizaría si pudiera salir a la calle (a la escuela, en este caso). Esto puede provocar una liga psicológica que tardará mucho tiempo en borrarse. Así, contrariamente a lo que creen algunos entusiastas de las plataformas informáticas, puede que muchas personas no quieran volver a saber de herramientas autodidactas ni educación impersonal en mucho tiempo.
En segundo lugar, es poco probable que los objetivos didácticos, que rara vez se cumplen en tiempos normales, lleguen a buen puerto en circunstancias anímicas y familiares extremas. Esto aplica para alumnos y profesores. Hace unos días tuve que hacer una presentación virtual frente a un grupo de profesionistas. Normalmente puedo mantener la atención de la audiencia, pero en este caso fue imposible. Competía contra todas las distracciones que cada uno de los participantes de la reunión tiene en su casa, además del desapego natural de ver a un sujeto en una pantalla. Es como ver una película empezada. Tratándose de niños o adolescentes a los que se les pide comprender y retener por su cuenta, información que no les interesa, debe estar aún más cuesta arriba. Para decirlo en una frase: lo más probable es que los alumnos de todos los niveles y de todas las escuelas aprendan menos este curso escolar de lo que normalmente aprenden.
Por último, pero no menos importante, está la necesidad de revaluar para qué existe el profesor en los distintos niveles educativos. La respuesta puede dar lugar a la transformación del modelo de negocio de muchas escuelas, y a incentivos positivos o perversos en la educación pública, que no hay espacio para tratar aquí. Si el maestro es solo un facilitador, ¿por qué no contratar a uno solo, que transmita por un canal de YouTube, y así nos ahorramos el costo de toda la planta docente? Si no se deja de ver la educación como una mercancía, hacia allá vamos.