Columnas
La Organización Mundial de la Salud define la violencia como el uso deliberado de la fuerza física o el poder, que cause o tenga altas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones. Johan Galtung, precursor del estudio de los conflictos y la cultura de paz, clasifica la violencia en directa, estructural y cultural. Cada una de estas manifestaciones de violencia tiene un impacto profundo en la sociedad y debe abordarse desde diferentes perspectivas.
La violencia es multifactorial. Incluye aspectos personales, como el nivel socioeconómico y educativo, la exposición a la violencia y los problemas de adicciones. También influyen factores del hogar, como el número de habitantes en espacios reducidos y las normas internas. A nivel social, factores como la desigualdad, los patrones de convivencia, el contenido difundido por los medios de comunicación, particularmente en redes sociales, la presencia de instituciones y el acceso a drogas o armas juegan un papel crucial.
La Declaración de la Organización de las Naciones Unidas aprobada en 1999 define la cultura de paz como un conjunto de valores, actitudes y comportamientos que rechazan la violencia y previenen los conflictos a través del diálogo y la negociación. La educación es uno de los medios fundamentales para construir una cultura de paz, especialmente en la esfera de los derechos humanos.
La Asamblea General de la ONU adoptó en 2015 la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, cuyo Objetivo 16 promueve sociedades justas, pacíficas e inclusivas. Una de sus metas es reducir significativamente todas las formas de violencia y las correspondientes tasas de mortalidad. En el ámbito académico, la paz se conceptualiza desde diversas perspectivas, como la paz negativa, la paz positiva y la paz estructural. Sin embargo, la paz imperfecta, propuesta por José Tuvilla Rayo, se ajusta mejor a la realidad de México.
La paz imperfecta sugiere un modelo educativo que, basándose en la realidad cotidiana y las vivencias personales, intenta comprender y transformar la realidad, resolviendo problemas sociales sin esperar una conciencia universal que elimine la violencia.
Construir una cultura de paz no es tarea fácil ni se pueden esperar resultados inmediatos. El presidente Andrés Manuel López Obrador dio los primeros pasos para construir esta política, sin embargo, seis años han sido cortos, por eso llama la atención que la próxima titular del Poder Ejecutivo, Claudia Sheinbaum Pardo, recibiera a Elizabeth Sherwood-Randall, asesora del presidente estadounidense Joe Biden para temas de seguridad nacional y al embajador de los Estados Unidos en México, Ken Salazar.
En México apenas hemos dado algunos pasos con ese propósito. En el plano legislativo, la reforma educativa de 2019 incluyó en el artículo 3º constitucional que la educación debe fomentar el respeto por la vida y la práctica de la no violencia.
El gobierno mexicano debe velar por la mejor convivencia de la sociedad y promover mecanismos efectivos para encauzar pacíficamente conflictos y controversias. La construcción de la paz y la seguridad con respeto a los derechos humanos es una estrategia esencial para reconstruir el tejido social y esto lo saben no sólo Sheinbaum Pardo, sino Omar García Harfuch, quién se integró a este encuentro, pero que se perfila en tomar las riendas de la seguridad en México en lo que será la administración 2024-2030.
*Periodista | @JoseVictor_Rdz
Premio Nacional de Derechos Humanos 2017