Hacia los 90, Guy Hermet alertó sobre los graves riesgos que significaba para la democracia en occidente el desgaste del modelo político-representativo ocasionado por la desviación de los partidos políticos en sus finalidades constitucionales.
Entre otras consecuencias del desencanto social con la democracia, hay una a la que Hermet apuntó con especial énfasis y alarma: el surgimiento de los regímenes populistas. En síntesis, nos dijo que esos regímenes se presentarían como modelos democráticos que, en realidad, serían movimientos demagógicos y con tintes autoritarios que agravarían los problemas.
Lo que vivimos hoy en distintos países del mundo en el ámbito político-social es la materialización de lo que Hermet advirtió hace casi 30 años. Los regímenes populistas no quieren enmendar los defectos de la democracia, sino destruirla.
La democracia que tenemos hoy, al menos en occidente, es frágil y está a prueba por desafíos perversos: el encono popular, la división entre personas y el establecimiento de un sistema de dominación basado en la infalibilidad de una persona que no debe tener control en el ejercicio del poder, porque encarna la voluntad de todo el pueblo.
Los hechos violentos sucedidos hace 2 semanas en el Capitolio de los Estados Unidos pusieron en riesgo los cimientos de la democracia, no solamente de ese país, sino del mundo entero, al querer romper la transferencia pacífica del poder. Este atentado puso a prueba a la Constitución y al sistema democrático de esa nación, la cual fue superada con la toma de posesión del presidente Biden y la vicepresidenta Harris.
No sé si otros países, particularmente México, corran la misma suerte que los norteamericanos. No podemos dar por sentada nuestra democracia, mucho menos ahora que nuestra sociedad está dividida, enconada y sin símbolos de unión sólida, ni siquiera la tragedia que vivimos por la pandemia de Covid-19 nos ha unido.
Como señaló ayer el presidente Biden en su discurso de protesta: “hay que reparar mucho, hay que restaurar mucho y hay que sanar mucho.” Francamente, no veo que en México estemos entendiendo lo que nos puede pasar.
Somos presos de fuerzas que nos dividen y nos ponen como enemigos a los que debemos exterminar, en lugar de miembros de una comunidad en la que las diferencias son bienvenidas y necesarias, pero bajo un esquema de respeto y consenso racional.
Como señaló Biden en su discurso: “vamos a comenzar a escucharnos de nuevo, a vernos uno al otro, a mostrar respeto el uno por el otro, pues la política no tiene que ser fuego que destruye todo a su paso”.
Por lo pronto, el mensaje del nuevo Presidente de Estados Unidos mantiene hoy viva a la democracia constitucional, al unir y llamar a su pueblo a la reconstrucción de una historia de esperanza, dignidad, decencia, amor y sanación.
Aunque debamos esperar, deseo que ese momento y ese pensamiento, algún día llegue a nuestro querido México.