Por Antonio Rodríguez
Hablemos en términos meramente románticos. ¿Por qué el corazón hace lo que hace? Dicen que en el corazón no se manda ¿será? Será que hacemos lo impensable por amor, o más bien será por desamor. Si lo pensamos bien, el desamor es la fuerza motriz que mueve al mundo del cine- refiriéndonos a películas románticas, claro está- los grandes dramas románticos parten desde el punto de vista de la búsqueda idílica del mismo o de la pérdida de este. Casi siempre de más a menos o menos a más.
En las razones del corazón lo anterior no sucede. No vemos el cambio drástico de una mujer casada al enamorarse hasta la médula de su amante. No vemos cómo se conocen, ni cómo ella poco a poco fue cayendo en el desencanto de su matrimonio, en el hastió de su vida como madre y ama de casa. Lo que vemos desde el primer plano hasta el último, es el hastío de una mujer que se reconoce abnegada, mártir, guapa por momentos: lo suficiente para su casi invisible marido, aunque no lo suficiente como para retener a su amante. Su nombre: Emilia (Arcelia Ramírez).
Emilia a penas se levanta y ya tiene la mano sobre la botella de tequila, la cual coloca frente a su rostro como si eso fuera suficiente para tapar sus problemas. Su departamento es para ella una jaula que no vale la pena escombrar; los platos se empalman los unos a los otros, desde la cocina hasta la sala, las camas no se tienden, los pisos no se barren. Emilia comienza mal el día y lo cierra peor.
Mediante largos planos secuencia se nos muestra la desdichada vida de una mujer que apenas da la hora acordada y ya está llamado al número de teléfono –memorizado- de su amante, un músico cubano que vive en una buhardilla en la azotea. Él, la obsesiona de ella. Ella, el hastío de él.
Emilia no pide; ruega, se arrodilla, llora, suplica un momento, una caricia, un beso del saxofonista, es capaz incluso de “tronar la tarjeta de crédito” para comprarle un capricho a sabiendas del mar de deudas que tiene encima, pero no es suficiente, el amante ya no quiere nada “me asfixias” le dice en tono pusilánime, dando paso al descenso a la locura de esta.
Las razones del corazón de Arturo Ripstein (la cual se encuentra en MUBI), es el retrato de una Madame Bovary de barrio -no de barriada, que es distinto- claro está. En la cual los diálogos brillan por su elocuencia y chocan – aunque de buena manera- con la suciedad y el abandono del claustrofóbico edificio en donde se desarrolla este melodrama de porteras metiches, maridos ausentes o viejos rabo verdes, pero sobre todo de corazones rotos.