Fabiola Sierra
En este momento, los países del mundo están en una frenética competencia por conseguir vacunas para inmunizar a su población, ponerle fin a la pandemia y poder generar certidumbre para salir de la crisis económica en la que se ve envuelto todo el planeta. En este escenario, llama la atención la “generosidad” que ha mostrado el presidente de México para ceder parte del lote de vacunas del convenio suscrito con Pfizer BioNTech para los países menos favorecidos del mundo.
Hace un par de semanas, varios medios de comunicación a nivel mundial destacaron que, de todos los países del mundo, sólo 10 de ellos acaparaban el 95% de las vacunas contra el Coronavirus, México no se encuentra en esa lista. Si bien, esta competencia con miras exclusivamente nacionalistas es éticamente cuestionable, también es notable que la fuerza que impera detrás es la del mercado y sus condiciones de oferta y demanda.
Es importante destacar que, desde el 12 de noviembre del año pasado, la Secretaría de Relaciones Exteriores clasificó como confidenciales los convenios suscritos por México con las farmacéuticas proveedoras de las vacunas, razón por la cual no se conocen a detalle ni los alcances, ni las posibles modificaciones, ni el precio y menos aún las condiciones de pago.
Lejos de querer que este sea un espacio para elucubrar teorías de conspiración, la realidad es que no sabemos si el gobierno mexicano ha pagado o no las vacunas negociadas y que esto pueda haber llevado a Pfizer a destinarlas a otros lugares donde sí se dé el pago. Según declaraciones del Secretario de Hacienda y Crédito Público, los convenios que tiene firmados México para la adquisición de vacunas asciende a 1,659 millones de dólares que, supuestamente, están reservados a fin de garantizar la disponibilidad de éstas.
Lo cierto es que este retraso en la llegada de vacunas ha puesto en entredicho el ya muy criticado programa de vacunación, que a la fecha sólo ha alcanzado a 0.39% de la población. A este ritmo tardaremos años en poder alcanzar las metas planteadas, sin considerar siquiera qué nuevos tipos de cepas del virus ataquen y tengan que buscarse nuevas vacunas.
Entre tanto no se logre un concenso mundial respecto a que las vacunas sean consideradas como bienes públicos globales, los líderes de las naciones seguirán priorizando el llamado nacionalismo de vacuna. La falta de cooperación internacional continuará siendo una gran piedra en el camino en el que, las luchas políticas y económicas, muestran su lado más agresivo.
México no debe ser ingenuo en el juego internacional, pero para poder actuar con inteligencia y estrategia es básico conocer las reglas del juego prevalecientes. Tristemente, el gobierno en turno, ha dado muestras claras de vivir atrapado en una época que el mundo entero ha superado. Espero, por el bien de mi país, que la historia no me conceda la razón.