Ante la necesidad de llenar huecos informativos sin subsidio, los medios de información mexicanos eligieron allanar espacios que no les corresponden pero que les dejan dividendos casi iguales a los del habitual subsidio de los gobiernos del viejo régimen.
Sin experiencia en la información real y con un ejército de reporteros y columnistas más habituados a las dádivas que a la verdad, invadieron impunemente tribunales y partidos políticos. A ambos les robaron la esencia: de unos, la acusación sin bases a culpables a la medida de sus nuevos mecenas; de los otros, la parcialidad en la percepción de la realidad.
Lo que asombra más que esa expropiación es la complicidad en tribunales y partidos se vieron complacidos con esta forma de usurpar sus funciones, tal vez porque encontraron la mejor forma de obtener fama y dinero que no les corresponde. Así encontraron en los medios un cómplice y no un medio de informar sobre la legalidad de la justicia.
Ahora se legisla en los medios y no hay poder humano que pueda ampararse ante la mentira, no hay apelación que valga en la contundencia de los rumores convertidos en verdades absoluta y hechos consumados. Ante esta situación cualquier juzgado sale sobrando.
Si en el ámbito penal es inocente, los medios inculpan con injurias a su enemigo por encargo y así ya lo condenó de por vida. No hay aclaración o desmentido. Los jueces pueden encarcelar inocentes o bien otorgarles la impunidad, la sentencia está difundida en los medios y es la que permanece en la memoria de la gente. No importa si hay investigación de por medio, simplemente los medios encontraron en la legislación la mejor manera de compensar los ingresos que el gobierno les negó desde diciembre de 2018.
Así, también los partidos adoptan a los medios como huérfanos de subsidio y hacen suyas las ideas, críticas cuestionamientos, insultos mentiras que a ambos les conviene difundir como si fueran ciertas completamente, incluso como hechos consumados. De esta manera los medios tradicionales se dejan apapachar por los partidos que los mantienen.
Al interior del país puede verse medios que exigen el subsidio como si fuera patrimonio de los medios haciendo sin importar que sea dinero de la población y, de no cumplirse su capricho, arremeten con mayor fuerza, ante la insistencia de las mentiras logran convencer, por un lado y hacer daño, por otro. En ambos casos de manera irreversible. No hay desmentidos, no hay apelación, no existe el amparo en materia de difusión de mentiras.
Se presiona a los funcionarios públicos con mentiras y se les amenaza con seguir inventando. La negativa de las instancias de gobierno los radicaliza hasta la extorsión. Así, medios, partidos y tribunales son dueños de un mundo paralelo donde su palabra es la ley.