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Los problemas de un frente

Los problemas de un frente

Columnas martes 30 de junio de 2020 -

Al cumplirse la cuarta parte de la presidencia de Andrés Manuel López Obrador (en realidad más porque su periodo termina el 30 de septiembre y no el 30 de noviembre de 2024) y ante la invitación del mandatario para definirse a favor o en contra de su proyecto, muchas alianzas, reales e imaginarias, se empiezan a configurar de cara a las elecciones del 2021.
Por un lado, el partido en el gobierno y sus satélites anunciaron en días pasados una coalición electoral para defender la mayoría legislativa con la que cuenta el presidente y tratar de ganar cuanto puesto de elección popular esté en disputa.
Por el otro, diversas voces, con mayor o menor peso, tanto dentro del sistema de partidos como fuera, llaman a construir un frente opositor para tener la posibilidad real de competir contra el bloque oficialista.
Todo ello puede estar muy bien. Se sitúa en el espectro de una práctica cada vez más común en las democracias electorales modernas y, habida cuenta que López Obrador ganó con más de 50 por ciento de los votos en 2018, pareciera la única manera de ser competitivos en la próxima elección.
Digo que pareciera la única manera, porque no lo es. Es posiblemente la más obvia o incluso la más fácil, pero a continuación planteo por qué no es necesariamente la mejor, al menos no planteada como hasta ahora.
Construir un frente, cuyo único cemento sea ir en contra del gobierno y su movimiento, tratando de convencer a los votantes de que los equivocados fueron ellos y renunciando a entender por qué el pueblo le otorgó un mandato tan amplio al ganador es receta para el desastre y la ratificación de la derrota.
¿En un frente así cabe cualquiera, incluso los extremos y sus obsesiones, en algunos casos abominables?
Una alianza, que no un frente, debe de construirse sobre una visión de futuro común, al menos en lo esencial, con una coincidencia sobre los caminos para solucionar los problemas que más agobian el día a día del ciudadano común y con acuerdos transparentes sobre su eventual agenda legislativa y de gobierno.
Una coalición, que no un frente, debe empezar por estudiar y asimilar las causas del masivo y contundente despido popular de la tarea de representarlos y gobernarlos.
Los partidos antes que mirar a su alrededor, buscando aliados y votos, deben mirarse con autocrítica el ombligo y hacer un acto de contrición público.
El rescate del presente para la reconstrucción del futuro no puede tener como principal motor el odio común y el desprecio a los diagnósticos de un pueblo que le dio una contundente e incuestionable victoria al actual gobierno, tan contundente e incuestionable, eso sí, como su fracaso en las tareas más esenciales.


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