Un maestro afecta a la eternidad;
nunca sabe donde termina su influencia
Henry Adams
Rosalía Zeferino
Fue ya avanzada mi etapa de estudiante cuando me “encontré” con la hermosa carta que Albert Camus le escribió a su maestro el Señor Germain después de haber recibido el Premio Nobel de Literatura, texto que con palabras tan sinceras, sencillas, honestas y llenas de respeto y amor plasmó lo que un maestro es para un estudiante y con las que recordé a todos los Señores Germain que habían pasado por mi vida.
Luz del Consuelo López Gómez, Antonio Fragoso, José Luis Carrasco y Alejandro Byrd… son los nombres que resuenan en mi cabeza, los rostros vienen a mi mente como si los hubiera visto ayer en un salón de clases, y de eso, ya han pasado muchos años, pero lo que me enseñaron, lo que me compartieron, lo que me dieron de su persona, se ha quedado en mí, ha trascendido el tiempo.
Por ellos, de niña-adolescente soñaba ser como ellos: anhelaba saber mucho y compartir lo que yo supiera, comprender a las personas, hablar muy bien, motivar e impulsar con un abrazo a otros a perseguir sus metas, en fin, quería ser Maestra.
Sin embargo, tomé otro camino siempre pensando que, en algún punto, llegaría a ser Maestra, y como en todo, la vida siempre tiene sus tiempos y sus circunstancias y ya llevo 20 años caminando, aprendiendo y soñando transformar el mundo al lado de los Maestros de México, en especial con los de la Sección 36 del SNTE, donde he conocido lo que es ser un “Señor Germain”.
Maestros que lo dan todo física, intelectual y económicamente por sus estudiantes, y que la pandemia nos ha demostrado como a lo largo y ancho del país, hay docentes que no tienen las condiciones laborales, económicas y profesionales que su labor requiere y amerita, cuando si hay una profesión a la que se le tiene que poner especial atención por el impacto humano y social que tiene, es a la docencia.
Soy testigo de lo que hacen y significan para sus alumnos, por eso con motivo del Día del Maestro les manifiesto mi respeto, admiración y cariño a todos ellos, a los 1300 docentes que reciben la medalla Rafael Ramírez Castañeda y a los 3823 a los que se les otorgó la condecoración Maestro Altamirano por 30 y 40 años de servicio, reconocimientos ambos que en su esencia tienen a miles y miles de vidas de estudiantes transformadas, y en especial a los que ya no están físicamente, pero que viven en el corazón de sus alumnos.
Soy resultado de su amor, de su pasión y convicción por lo que hacen, por ello, hoy siguiendo el ejemplo de Camus, agradezco sus enseñanzas, sus palabras, sus miradas de “tú puedes”, su compañía, y donde estén, tengan la seguridad de que cuando esté frente a un grupo de estudiantes, como lo hicieron conmigo y lo hacen todos los maestros, me entregaré con toda el alma, y ojalá logre dejar la huella que ustedes dejaron en mí.
Rosalía Zeferino Salgado
Asesora en Comunicación Estratégica
E Imagen Pública