Por Karen Cota
La desigualdad es más peligrosa de lo que se piensa, y en los casos de desastres naturales la pobreza es un factor fulminante para las personas que lo enfrentan. Cinco personas murieron en Oaxaca tras el sismo de 7.5 grados que se registró ayer en algunos estados del país. En ese estado, 69 por ciento de la población se encontraba inferior a la línea de pobreza por ingresos en 2018.
Muchas de las casas son de adobe o materiales endebles. Lo vimos en el sismo de 2017, todavía hay familias que tienen casas en proceso de restauración o que nunca se restauraron en lo absoluto.
No es sólo el caso de Oaxaca, en el terremoto de hace tres años vimos cómo edificios de Tlalpan, Xochimilco y otras zonas cayeron como dominó y los colonos siguen luchando por apoyos para que sus hogares sean restaurados. Son zonas donde los recursos destinados para su mantenimiento son mucho menores que en las zonas “doradas” de la ciudad, como Interlomas, Santa Fe o el Pedregal, justo esas zonas donde las afectaciones fueron mucho menores.
Un edificio entero en Tlalpan quedó inhabilitado este día. Familias enteras se quedaron sin un lugar donde vivir. Imagine usted que no hay familiar al que puedan pedir apoyo. En medio de una pandemia tendrían que enfrentarse al confinamiento dentro de un albergue, en plena temporada de lluvias torrenciales, focos de infección no sólo de Covid-19, sino de todas las enfermedades virales propias de la época.
¿Y qué es lo que hace el gobierno al respecto?
La pobreza es un factor de riesgo. En cualquier circunstancia que sea esto. Básicamente al pasar de los años y los presidentes, la línea de pobreza no ha bajado significativamente. Poco más de la mitad de la población mexicana enfrenta escasez o algún tipo de pobreza.
¿Por qué parece invisible, entonces? Muchos han intentado responder, pero eso no es lo que haré. Lo que importa señalar es que esa invisibilidad aparente es cada vez más obvia y tangible y no podemos seguir haciendo como que no existe.
El gobierno dijo una y otra vez en campaña que su administración sería por y para los pobres. No hemos visto, ni de cerca, planes, programas, modelos, vaya, ni intenciones dirigidas al objetivo real de mover la estadística real. Estar de lado de la pobreza es combatirla, como se combate supuestamente a la corrupción.
Sólo amar a los pobres no los hace menos vulnerables. Debemos pasar de las buenas intenciones a la verdadera planeación e implementación de la política social. Es un caso de vida o muerte.