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Microsismos en la Ciudad de México, un fenómeno ineludible y complejo

Microsismos en la Ciudad de México, un fenómeno ineludible y complejo

Columnas miércoles 20 de diciembre de 2023 -

Exdiputada federal, asesora de la AC Impulsa y colaboradora del STUNAM

Imaginemos estar en nuestro hogar, disfrutando de una mañana o una tarde tranquila, cuando de repente, el suelo bajo nuestros pies comienza a temblar violentamente, aunque sea sólo por unos cuantos segundos. Esto, que podría parecer una escena de alguna película, empieza a ser ya una realidad cotidiana y preocupante para los habitantes de la Ciudad de México, quienes recientemente han experimentado una serie de microsismos, que —aunque como su propio nombre lo indica, son menores—, se han convertido en constante angustiosa. Estos pequeños movimientos de tierra, aunque no devastadores, han despertado una creciente preocupación entre los habitantes de la ciudad y los expertos en sismología.

Por ejemplo, el pasado 14 de diciembre se registraron nuevamente dos microsismos consecutivos en las alcaldías Magdalena Contreras y Álvaro Obregón, con epicentros en los límites entre las colonias Águilas y Poder Popular Merced Gómez. Estos fenómenos, caracterizados por sacudidas breves pero intensas, ocasionaron desalojos en la zona sur y poniente de la ciudad. La reacción de la población, marcada por una mezcla de sorpresa y ansiedad, refleja una creciente conciencia sobre la vulnerabilidad sísmica de la metrópoli. Los microsismos han afectado el día a día de los capitalinos, generando un debate público sobre la preparación y respuesta a estos sucesos naturales, y la incertidumbre sobre cuándo y dónde ocurrirán estos temblores ha llevado a un incremento en la demanda de información y recursos para la preparación sísmica.

Lo cierto —y es un hecho irrebatible—, pese a los impresionantes avances tecnológicos hasta hoy los sismos no se pueden predecir, pero sí alertarnos cuando estos se producen y su epicentro se halla a determinada distancia de las principales poblaciones del país. El caso significativo de los microsismos en la capital, es que se generan bajo el subsuelo de la Ciudad de México y eso impide la activación de la alerta pública. Aquí no caben señalamientos absurdos contra la gestión gubernamental, debido a estos factores.

Los expertos nos han explicado que los sismos en el Valle de México no son fenómenos inusuales y se deben a fallas geológicas debajo de la capital. Esta región, originalmente fundada sobre la cuenca del Lago de Texcoco y atravesada por el Eje Neovolcánico, presenta una compleja interacción geológica. Asimismo, sabemos que la relación entre el desarrollo urbano de la ciudad y su historia geológica es profunda; el crecimiento y expansión de la ciudad han alterado el paisaje natural, lo que ha llevado a pensar a algunos que esto podría tener implicaciones en la actividad sísmica actual. Sin embargo, lo cierto es que las áreas más propensas a experimentar microsismos se encuentran en las zonas de transición entre el suelo firme y blando, lo que —se supone—, coincide con el borde de la antigua zona lacustre. La influencia de las actividades humanas y los cambios ambientales en la sismicidad del Valle de México es un área de estudio crucial, ya que la urbanización, extracción de aguas subterráneas y cambios en el paisaje, pueden estar jugando un papel en la frecuencia de estos sucesos naturales.

El jefe de Análisis e Interpretación de Datos Sísmicos del Servicio Sismológico Nacional (SSN), Víctor Hugo Espíndola Castro, señaló recientemente que son causados por fallas geológicas y son comunes en toda la República mexicana. Afirmó que las placas de cocos y la norteamericana, ubicadas en el Golfo de México, son responsables de la sismicidad en el país, y descartó la relación entre los microsismos actuales y el nacimiento de un nuevo volcán, aunque no descartó la posibilidad de que se forme uno en tiempos geológicos. El SSN propone varias hipótesis sobre el origen de estos temblores, entre ellas, la reactivación de antiguas fallas geológicas y la acumulación de tensión regional. Delia Iresine Bello, integrante del sistema, explicó por su parte que son ocasionados por la falla de la Sierra de las Cruces, una formación geológica que separa al Valle de México del Valle de Toluca. En entrevista con el periódico El Universal, destacó que estas fallas —que pueden permanecer inactivas durante décadas—, se han reactivado recientemente, provocando esta serie de manifestaciones, especialmente en la zona poniente de la ciudad.

Víctor Manuel Cruz Atienza, sismólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), citado por la agencia EFE, anticipó que muy probablemente se produzcan otros microsismos en el corto plazo, e hizo hincapié en que estos sucesos naturales no son nuevos y que las fallas bajo la ciudad se están deslizando lentamente. Explicó que la intensidad inicial de estos sismos se debe a la aceleración que generan, y aunque las aceleraciones son muy altas, no representan un gran riesgo debido a su brevedad. Cruz Atienza también abordó el tema de si las obras urbanas, como la Línea 12 del metro, podrían ser responsables de los microsismos. Aclaró que, aunque no se ha podido demostrar una relación directa, se han explorado otras teorías, como la correlación entre el incremento de lluvias y estos temblores. Recalcó la importancia de un estudio publicado, que postula un escenario de un sismo con epicentro en la ciudad, que alcanzaría magnitud 5.

Pero el impacto social de los microsismos en la comunidad va más allá de la inmediatez de los eventos. Estos movimientos telúricos —y otros temblores de mayor magnitud, con epicentro en zonas más alejadas de la capital—, han generado un debate sobre la necesidad de una mayor preparación y conciencia sobre la gestión de riesgos, porque no olvidemos que tienen repercusiones económicas y afectan sectores como la construcción y el turismo. Por igual, la incertidumbre generada por estos eventos puede influir en las decisiones de inversión y desarrollo urbano. La importancia de la educación pública en la preparación para sismos es indiscutible. La promoción de una cultura de seguridad sísmica y la realización de simulacros regulares en edificios y espacios públicos, son cruciales para asegurar una respuesta eficiente. En esto, la preparación para emergencias y la respuesta de las autoridades han sido clave; los esfuerzos para mejorar los sistemas de alerta temprana y los planes de evacuación, han sido fundamentales para minimizar su impacto.

No obstante, ante este panorama, las políticas de construcción y urbanismo deben adaptarse para responder a la amenaza sísmica, lo cual incluye la revisión de los códigos de construcción y el fortalecimiento de las estructuras existentes. Los microsismos —y los otros eventos mayores de este tipo en la Ciudad de México, que han provocado destrucción y muerte—, son un amargo recordatorio de la importancia de aprender de estos fenómenos naturales, para construir una ciudad más segura y adaptada a su realidad geológica. Nos enseñan sobre la vulnerabilidad de la capital, y también —por qué no—, de la ineludible necesidad de estar alertas, pero también de no propagar rumores sin fundamento, y consultar fuentes oficiales de información, para prepararse adecuadamente ante estos eventos, bien sean micros o de cualquier otra magnitud.

Exdiputada federal, asesora de la AC Impulsa y colaboradora del STUNAM


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