La Unidad de Inteligencia de la revista The Economist acaba de publicar su Índice Democrático para el año 2021, en el cual (otra vez) se percibe un serio retroceso de la democracia en el mundo. Menos de la mitad de la población del planeta (45 por ciento) vive en algún tipo de democracia, mientras un 37 por ciento está gobernada por un régimen abiertamente autoritario. Solo 47 países lograron mejorar sus condiciones democráticas durante el último año, mientras 74 registraron retrocesos. El resto entra dentro de una caracterización llamada “régimen híbrido”. A nivel global, los datos de 2021 son los peores desde que el índice se comenzó a publicar hace quince años.
Son seis factores los considerados como elementos básicos de una democracia liberal: elecciones libres, pluralismo partidista, vigencia de las libertades civiles y de los derechos humanos, funcionalidad del Gobierno, posibilidad de participación y difusión de una cultura política. A partir de estos seis elementos, The Economist define cuatro grupos: democracias plenas, democracias imperfectas, regímenes híbridos y regímenes autoritarios. Esto de “híbrido” define a un sistema político donde se mezclan características de democracia y autoritarismo. No se clasifican como democracias plenas, pero tampoco dictaduras. Dentro de la categoría de híbridos se ubica a países como Ucrania, Turquía, Paraguay, Pakistán y, por primera vez, México.
Muchos analistas consideran un acierto salirse de la tradicional contraposición entre democracia y dictadura. Con el concepto de “híbrido”, dicen, se permite establecer una zona de transición gris entre dos términos absolutos. De hecho, en los últimos años se ha acuñado toda una serie de nuevos conceptos politológicos (“democracias iliberales”, “democracias defectuosas”. “autoritarismos electorales”, etc.) para referirse a este fenómeno de las democracias degradadas o de los procesos de democratización incompletos. Prevalece, sin embargo, un problema ¿De verdad se puede cuantificar un concepto volátil y subjetivo como el de democracia? Para sus críticos, la categoría “híbrido” no dice nada. Todos los regímenes políticos, desde las democracias más perfectas hasta los autoritarismos más consumados, son híbridos, ello porque la pureza en cuanto a regímenes políticos no existe. No obstante, para la mayoría de los académicos la democracia liberal posee como base las seis condiciones básicas consideradas por The Economist en la elaboración de su famoso índice, y cuando un país no cumple con alguna su sistema político pasa a ser mixto, con rasgos democráticos y autoritarios a la vez.
Hoy la labor de catalogar regímenes políticos es mucho más compleja. Durante la guerra fría la dicotomía democracia/autoritarismo era más nítida y los matices no parecían ser demasiado relevantes. Pero más allá de estos debates académicos, sin duda una de las características más impactantes de la actualidad ha sido el aumento, sin precedentes, de los regímenes no claramente democráticos, pero tampoco convencionalmente autoritarios.