México es un país en el que la solidaridad ciudadana suele surgir cuando estamos ante circunstancias de crisis. De ordinario, en el día a día, es difícil observar muestras de empatía por la situación de los otros.
Esta realidad muestra la relevancia de lo que lograron las mujeres este marzo del 2020. Un acuerdo sin precedentes: unión, soporte, apoyo y solidaridad extendida, basado en un reclamo contundente: tenemos derecho a ser tratadas con idéntica dignidad con la que se trata a los hombres y exigimos dejar de ser violentadas en cualquier forma.
Estamos aún lejos de que México deje de ser un país patriarcal y machista, pero nuestras compañeras, amigas, vecinas, maestras, hermanas, madres y parejas nos han dado, nuevamente, otra lección: estamos unidas, conocemos nuestros derechos y estamos dispuestas a reclamarlos juntas, porque somos capaces de tirar al patriarcado. Estoy seguro de que así lo harán.
Este mensaje se hizo más hondo con el paro del 9M. La ausencia de las mujeres en nuestros ámbitos cotidianos fue estremecedora. Hicieron realidad el viejo adagio: ausencia, es presencia. La lección es clara: la vida no sería igual sin las mujeres, sería terrible.
¿Cuál es la aportación de los hombres en esta lucha? Debemos modificar la educación hacia las siguientes generaciones, así como los comportamientos con los que día a día colocamos al varón como el único ciudadano activo, depositario de independencia, racionalidad y participación libre e igual en el espacio público. Debemos recuperar y replantear la masculinidad.
Derribar los patrones de conducta que ponen a las mujeres como depositarias de dependencia, irracionalidad y emotividad y las estereotipan como seres inclinadas a cuidar y, a la vez, necesitadas de cuidado; ineptas para participar en lo público y destinadas a dar sentido a su vida en lo doméstico.
Los hombres debemos ser un caballo de Troya del patriarcado que heredamos dentro de nuestra cultura, para desde ahí disolver la distribución de roles ciudadanos producto de patrones impuestos en el seno de la familia nuclear moderna, en el cual el varón es ganador del sustento familiar y representante de la familia en el espacio público y la mujer es ama de casa.
Ese esquema refleja una jerarquización que sitúa las cualidades ciudadanas definidas en masculino por encima de las que se definen en femenino. Nuestra contribución es la ruptura del poder estructural sobre las mujeres, para reconocerles el lugar paritario que hace siglos les arrebatamos arbitrariamente.
El domingo, tuvimos la fortuna de atestiguar una espléndida simbiosis entre la vestimenta de las mujeres caminando sobre las calles de la Cdmx y el florecimiento de las jacarandas típicas de nuestra época primaveral. Es uno de los paisajes más bellos y simbólicos que he contemplado en mi vida: la reivindicación de la mujer, la revolución jacaranda.
Especialista en Derecho Constitucional y Teoría Política.
Twitter: @CASMAD_