Por Armando Hernández Cruz
Aunque el voto electrónico es una figura que ha intentado aplicarse hace tiempo, lo cierto es que no se ha logrado implementar en sistemas políticos en los que aún existen elevados niveles de desconfianza social.
En algunos países de América Latina han existido, en las últimas décadas, importantes esfuerzos por avanzar en la implementación de estos mecanismos, pero los resultados aún se encuentran lejos de ser óptimos.
La función constitucional del sufragio es precisamente la de legitimar el acceso de los ciudadanos a los cargos públicos de elección popular. El voto es un derecho y una obligación de los ciudadanos dentro de los sistemas democráticos.
La certeza es uno de sus principales fines. Entonces, surge la pregunta. ¿Cómo garantizar certeza en el voto electrónico en nuestro país?
Llegar a elevar los niveles de aceptación social implica recorrer un largo camino en el tránsito democrático de un país, y requiere de madurez política de los actores en el proceso electoral.
El actual paradigma de la sociedad de la información y el conocimiento exige superar los retos que impone la falta de certeza y de credibilidad en los procesos que se llevan a cabo en el ámbito virtual: el comercio electrónico, la educación a distancia, el juicio en línea, y por supuesto, una serie de trámites y actos jurídicos que se llevan a cabo en el ámbito de los espacios tecnológicos; como el gobierno electrónico o la e-democracia.
El mundo ha cambiado notablemente en las últimas décadas. El inicio del actual milenio ha transformado la manera en que se concebía la realidad y se actuaba en consecuencia.
Nuevas realidades implican cambios importantes en nuestra forma de pensar y de actuar. De lo contrario, podemos quedar rezagados como sociedad en un analfabetismo tecnológico y funcional.
Es importante transitar ágilmente ese camino. Las condiciones actuales en el país y en el mundo así lo exigen.
En ese contexto, el voto electrónico podría ayudar a simplificar los procesos de toma de decisiones ciudadanas y, al mismo tiempo, facilitar el manejo adecuado de la información relativa a los márgenes de aprobación y legitimidad de los representantes populares.
El uso definitivo de esta herramienta puede contribuir a erradicar los problemas de desconfianza que cotidianamente se presentan en cada proceso electoral, de nivel municipal, estatal o federal.
Se trata de garantizar el principio: “un ciudadano, un voto.” ¿Cómo estar seguros que frente a cada dispositivo electrónico se encuentra precisamente el ciudadano, ejerciendo de manera consciente su voluntad para otorgar su respaldo a una propuesta u opción política? ¿Cómo vencer las tentaciones de compra de votos u otros mecanismos que atentan gravemente contra la voluntad del elector?
Flor de Loto: Nadie se equivoca en su voto, siempre que en él exprese libremente su voluntad.