Resulta sintomático que, a pesar del barullo alrededor de Xóchitl Gálvez, ya en agonía, el clero no se haya pronunciado al respecto, sobre todo en momentos en los que toma cualquier pretexto para atraer los reflectores de los medios.
Una parte de la población conservadora está en espera de un pronunciamiento del clero sobre la figura de Xóchitl Gálvez, pero guarda un silencio que no acusa complicidad con su imagen sino todo lo contrario.
Ya la ultraderecha se ha pronunciado contra ella, el primero en hacerlo fue el íntimo amigo de Enrique Peña Nieto, Eduardo Verástegui, que preside la Fundación Viva México, de ultraderecha, vinculada de manera estrecha con la Conferencia de acción Política Conservadora del Partido Republicano de Estados Unidos. Es decir, la ultraderecha.
Después resurgió del ostracismo y sólo para hablar de Gálvez, el estridente posicionamiento de Gilberto Lozano, ex líder de Frena, quien la acuso de mentirosa y fraudulenta, y quiere verla en la cárcel. Aquí, lo importante es el rechazo, prácticamente inmediato, de la ultraderecha a la figura de Gálvez, quien parece no tener acomodo en ningún lugar en lo político, ni en lo ideológico. Su figura es sólo electoral.
El espectáculo en lo que ha convertido su actuación política la hunde en un mar de arenas movedizas, donde mientras más se mueve más se hunde.
El PAN ha sido rechazado por la ultraderecha internacional por lo menos en el discurso, porque los nexos de ese partido con las organizaciones radicales son esencialmente económicos; sin embargo, las reiteradas posturas de la ultraderecha pueden influir de manera fundamental en el PAN para sacar de la jugada a la hidalguense, lo cual aprovecharía la ultraderecha para colocar a uno de sus personajes como candidato, que se caracterice por sus muestras de traiciones a México, al pensar en este perfil todos voltean a ver a José Ángel Gurría, quien no se ha bajado de la contienda por algo.
La ultraderecha exige un candidato de la oposición que sepa lo que hace, con mínima preparación académica para proteger sus intereses. La fragilidad de su vida privada y pública de Xóchitl Gálvez, la coloca más cerca de la cárcel que de la Presidencia de la República.
La ultraderecha tiene muchos problemas legales como para cargar con los de Gálvez, quien a través de su discurso se inculpa, por lo menos, de tres delitos: Abuso en la función pública, cohecho y tráfico de influencias. Suficientes para vincularla a proceso por varios años.
La ultraderecha aprovechará este cumulo de inconsistencias que es en realidad un vacío para influir en la estructura y el estilo de hacer política del PAN y presionar para que se radicalice desde la campaña y, dependa de los extremos, para deshacerse del estorbo que para unos y otros representa Gálvez.