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¿De izquierda, centro o de derecha? Aciertos y Desaciertos de los Gobiernos en América Latina

¿De izquierda, centro o de derecha? Aciertos y Desaciertos de los Gobiernos en América Latina

Columnas martes 14 de enero de 2025 -

En los últimos veinticinco años de la historia política de América Latina, la región ha sido testigo de la ascensión y caída de diversos gobiernos de derecha, centro e izquierda que han dejado una impronta significativa en la política social y económica de sus países. Este periodo ha estado marcado por crisis económicas, movimientos sociales y cambios en la percepción ciudadana sobre el papel del Estado en la vida cotidiana. Los gobiernos chavistas en Venezuela, encabezados por Hugo Chávez y posteriormente por Nicolás Maduro, se convierten en un caso emblemático para analizar tanto los aciertos como los desaciertos de las ideologías políticas que han predominado en la región.

Los gobiernos de izquierda, tomando como principal referente el caso de Cuba, Nicaragua y Venezuela, han promovido políticas socialistas que han buscado reducir la desigualdad y mejorar las condiciones de vida de los sectores más vulnerables. A través de programas como "Misión Barrio Adentro", que brindó atención médica gratuita a millones de venezolanos, el chavismo ganó un significativo respaldo popular durante sus primeros años.

Este enfoque en la inclusión social y la redistribución de la riqueza resonó en varios otros países de la región con gobiernos de izquierda. Por ejemplo, en Bolivia, Evo Morales implementó políticas para la nacionalización de recursos estratégicos y la mejora de las condiciones para los pueblos indígenas, logrando un enfático apoyo dentro de diversos sectores de la población. Estos gobiernos, en esencia, trataron de responder a décadas de desigualdad y exclusión, circunstancias que habían llevado a fuertes movilizaciones sociales y a un deseo de cambio.

Sin embargo, junto con estos aciertos, surgieron una serie de descuidos que han mermado la popularidad y la eficacia de estos gobiernos. En el caso del chavismo, la dependencia excesiva de los ingresos por petróleo y la falta de diversificación económica dejó al país vulnerable a las fluctuaciones en el mercado global de commodities. La caída de los precios del petróleo en la última década expuso la fragilidad del modelo económico venezolano, llevando a una crisis humanitaria sin precedentes en la que millones de venezolanos sufren escasez de alimentos y medicinas.

Las políticas de control de precios, pensadas inicialmente para hacer frente a la inflación, terminaron causando desabastecimiento y un mercado negro que ha deteriorado aún más la calidad de vida de los ciudadanos.

Además se comenzó a evidenciar un debilitamiento de las instituciones democráticas. Las elecciones, que en un inicio eran vistas como un símbolo de legitimidad, se tornaron en procesos cuestionados internacionalmente debido a acusaciones de fraude y violaciones a los derechos humanos. La represión de la disidencia política, la criminalización de la protesta social y la manipulación de la justicia han generado un clima de miedo y desconfianza que ha llevado al país a una polarización extrema.

Este comportamiento ha sido un rasgo común entre varios gobiernos de izquierda en la región, que, a menudo, confunden el apoyo popular con un mandato para erigir un Estado autoritario, creando un precedente peligroso para la democracia.

Por otro lado, los gobiernos de derecha en América Latina también han tenido su parte de éxitos y fracasos. A menudo, estos gobiernos han enfatizado la estabilidad económica, la atracción de inversiones extranjeras, y la apertura de mercados como parte de su agenda política.

En Chile, por ejemplo, bajo la presidencia de Sebastián Piñera, se impulsaron políticas de crecimiento económico que lograron recuperar parte de la confianza inversionista en el país tras años de inestabilidad bajo gobiernos progresistas. No obstante, las críticas hacia estos gobiernos son recurrentes, especialmente en términos de su capacidad para abordar las profundas desigualdades sociales existentes.

La implementación de políticas de austeridad y recortes en programas sociales ha llevado a protestas masivas en países como Ecuador y Colombia, donde las audiencias han reclamado un mayor compromiso del gobierno en el bienestar de los ciudadanos.

Los gobiernos de centro, que a menudo son capaces de transitar entre el pragmatismo de la derecha y el idealismo de la izquierda, también han enfrentado sus propios retos. En Uruguay, el Frente Amplio durante su mandato logró avances significativos en políticas sociales y derechos humanos, no obstante, el panorama actual muestra un cambio hacia opciones más conservadoras, resaltando la volatilidad del apoyo ciudadano.

El reciente retorno de un gobierno de derecha, con Luis Lacalle Pou, subraya el deseo de cambio en la ciudadanía ante la falta de resultados económicos y la percepción de que las administraciones de izquierda fueron incapaces de responder a las demandas de un estancamiento prolongado.

La situación en Venezuela ha tenido un impacto en el resto de América Latina, donde los ecos de su revolución bolivariana han resonado en movimientos sociales, así como en la resistencia a la política neoliberal. Las crisis económicas, políticas y sociales han creado un caldo de cultivo para el autoritarismo en variadas formas. Este panorama se complica aún más con la llegada de nuevos movimientos políticos emergentes que desafían la dicotomía clásica de izquierda y derecha, como se ha visto en el ascenso de figuras como José Antonio Kast en Chile y Javier Milei en Argentina, que han capitalizado el desencanto general.

Por otra parte, el desafío de construir un verdadero sistema democrático que asegure la participación activa de todos los sectores de la población sigue siendo una tarea pendiente en la región. La intersección entre política, economía y sociedad se encuentra no en la política, sino en la progresividad y garantía de los derechos humanos que garantizan el bienestar general.

Así que no hay mejor forma que convenga más a la región que conformar gobiernosplurales conformados en apego a los derechos humanos como ley suprema, para que con ayuda de los mismos puedan innovar en la manera en que abordan la pobreza, el desempleo y la educación, asegurando que el crecimiento económico no sea solo una meta en cifras, sino un vehículo para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

América Latina tiene la oportunidad de aprender de estos ejemplos para fomentar un futuro en el cual el enfoque multidimensional y colaborativo se convierta en la norma. Para ello, será esencial fomentar una cultura política que valore el diálogo, el respeto a la diversidad y la participación ciudadana desde una perspectiva inclusiva, donde el ser servidor públicodeje de ser un juego de poder para transformarse en un verdadero motor de cambio social. Así, la región podrá construir un camino hacia la estabilidad y el bienestar compartido que tantos anhelan.


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