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¿Porqué fracasan los gobiernos locales?

¿Porqué fracasan los gobiernos locales?

Columnas miércoles 11 de noviembre de 2020 -

Por Alejandro Pérez Corzo

Mucho se ha escrito acerca del por qué los gobiernos nacionales tienen éxito o fracasan. Entre lo más reciente y popular, el extraordinario libro de Daron Acemoglu y James A. Robinson, Por Qué Fracasan Los Países, en el que se afirma, si hacemos un resumen injustamente corto, que los países fracasan por los modelos institucionales producto de su historia.

Pero, ¿y los gobiernos locales?

A nivel subnacional, se conocen casos notables de éxito y fracaso en entornos en los que se comparten historia e instituciones, demostrando que lo que hacen o dejan de hacer los gobernantes locales pesa más que la cultura institucional.

Durante muchos años han estado en mi cabeza dos casos, aunque no contemporáneos, sí con características notables en común: excelentes resultados en los indicadores de desempeño y que el PRI perdió, por primera vez en la historia, el poder en esos estados al terminar sus administraciones. Es el caso de Enrique Burgos quien gobernó en Querétaro de 1991 a 1997 y de Otto Granados quien gobernó Aguascalientes de 1992 a 1998.

Hace pocos años tuve oportunidad de preguntarle al segundo, en ese entonces Subsecretario de Educación, en qué radicó el éxito de su gestión en Aguascalientes y recibí una respuesta notablemente simple: Prioridades. Afirmó que su gobierno estableció 10 prioridades de las que nunca se separó sin importarle su popularidad personal. Ello dejó a su estado en los primeros lugares en indicadores de desempeño, cosa que curiosamente lo hace muy popular en su tierra hoy en día, popularidad de la que es posible que no gozará como gobernante.

¿Hay una lección en esto? Probablemente. Si uno analiza los planes de las alcaldías de la CDMX, rebasan por mucho las atribuciones legales de las que gozan y parecen un ingenuo listado de buenas intenciones, en el mejor de los casos, o un panfleto político en los peores.

La competencia democrática y la reelección, ambas buenas y deseables, han generado en muchos casos que la popularidad y el control político sean las metas de los alcaldes y no el establecimiento de metas programáticas y la priorización de su cumplimiento.

Vemos a los alcaldes de la CDMX más preocupados por regalar Pan de Muerto, Roscas de Reyes y Mochilas, en medio de la pandemia mundial, que garantizando que la gente tenga agua potable, alumbrado público o calles y banquetas en buen estado. Sí hay prioridades pues, pero las equivocadas.

El 2021 servirá de examen para el nivel de madurez política de los habitantes de la CDMX y se verá qué tan bien sabemos aprovechar el voto y la reelección como herramientas para premiar o castigar a nuestros empleados, que lo son, los alcaldes y diputados. Esto es, si votaremos por el Pan de Muerto o por servidores y servicios públicos de calidad.


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