El fin de semana pasado, millones de personas nos sumamos a la “hora del planeta” y apagamos las luces de nuestra casa durante 60 minutos. ¿Cuál es el impacto real de una acción de este tipo?, ¿Qué tanto ahorramos cuando apagamos la luz? y ¿cambiar los horarios realmente ahorra energía?
Para calcular el valor exacto de la energía que se ahorra al apagar un foco, es necesario definir cuánta energía consume ese foco. Por ejemplo, apagar un foco de 40 watts reduce el consumo de alrededor de 0.04kw en una hora. Dicho ahorro de energía, implica directamente la reducción en las emisiones de carbono y otros contaminantes atmosféricos que multiplicado a una escala global puede significar una reducción de entre 0.43 y 0.69 kilogramos de dióxido de carbono emitido por hora.
Cualquier reducción en el consumo de energía, por mínima que parezca, en particular los focos en nuestra casa, puede resultar en la disminución de la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera. Incluso el cambio del tipo de focos que utilizamos puede ser de gran ayuda para el medio ambiente.
Entonces, sí al apagar las luces tenemos un impacto positivo sobre las emisiones de carbono a la atmósfera. ¿Qué tan positivo es atrasar o adelantar nuestros relojes durante ciertas temporadas del año? La respuesta es tan controversial como el cambio de horario mismo.
Se estima que el ahorro global oscila entre el 0.5 y el 2%, no sólo en términos energéticos sino también de salud, como dicen algunos otros estudios que aseguran que un incremento del 12% en la eficiencia energética durante el verano se traduce en una disminución de la contaminación emitida por la plantas generadoras de energía y por consiguiente en la protección de alrededor de 475 vidas salvadas por año.
Hay otro grupo de estudios que indican que los beneficios energéticos del cambio de horario son mínimos o nulos e incluso negativos, pues lo que se ahorra en luz se gasta en calentar o enfriar casas y oficinas. Además hay otros estudios que aseguran que el número de accidentes automovilísticos aumentan, que la gente es más vulnerable a tener ataques cardíacos e incluso que los incendios forestales aumentan en 30% durante el periodo de transición entre un horario y el otro.
La conclusión generalizada es que los beneficios energéticos del cambio de horario dependen directamente de un conjunto de factores, incluidos la posición geográfica, las características climáticas, la disponibilidad de luz solar entre otras. Por ello, valdría la pena hacer estudios específicos para nuestro país antes de tomar una decisión política. Lo que sí podemos afirmar, es que las pequeñas acciones individuales en la suma tienen un efecto muy positivo en la salud del planeta, así que sigamos impulsando las iniciativas ciudadanas.