Tal parece que Felipe Calderón está jugando un juego muy perverso.
Esta semana alumnos
de Tec de Monterrey protestaron y firmaron para que el expresidente no se presentara a una conferencia organizada por la asociación de alumnos de Derecho de esa institución, simplemente porque las heridas siguen y la memoria no les falla.
En el 2010, en medio de la guerra
contra el narco, llevada a cabo con singular orgullo por Calderón, dos estudiantes del Tec fueron asesinados a unos pasos de ese campus. Además, los militares pusieron armas en los cuerpos de Jorge Antonio Mercado Alonso y Javier Francisco Arredondo Verdugo, para criminalizarlos y acusarlos de ser sicarios de un grupo armado.
Los alumnos simplemente no aceptaron que el expresidente se apareciera
por su universidad y lo lograron: declinó la invitación aludiendo que lo que más le importaba era la opinión de la madre de Jorge Antonio, quién había dado entrevistas diciendo que Calderón no podía aparecerse como si nada hubiera pasado.
Como cuesta leer las palabras de
Calderón, haciendo como que los 24 mil estudiantes que firmaron no eran el motivo para declinar. Haciendo como si le importara esa madre doliente que hoy no tiene a su hijo. Haciendo como que se conmueve por el dolor, cuando por 6 años, su gobierno cometió las atrocidades impensables que jamás hubieran sucedido en una patria que vela por los derechos humanos.
Su guerra, para refrescarle la memoria, tuvo que levantar a padres y
madres, cientos de miles, a buscar a pico y pala entre los montes con la esperanza de encontrar a sus hijos. Su
guerra, puso en jaque a todo el país que no contaba (ni cuenta) con la estructura necesaria para identificar tantísimos cuerpos y buscar a tantísimas personas desaparecidas.
El Estado ha tenido que crear una
maquinaria para intentar salir adelante con la crisis forense heredada.
Seguimos en la fase de poner a nadar
el andamiaje para identificar cuerpos de esa época, como, por ejemplo, con el Sistema Nacional de Búsqueda de Personas.
Pero Calderón no recuerda, la revictimización y criminalización de la que
además de todo fueron víctimas Javier, Jorge y sus familias, viene precisamente de su administración donde solían justificar los miles de asesinatos como saldo de riñas y enfrentamientos entre cárteles. Como si entonces, por estar “metidos en algo ilegal” las personas merecieran morir de esa manera. Los derechos humanos son para todos.
También en ese momento, justificó
los asesinatos de inocentes recetándonos el hecho como “daños colaterales”, para referirse a los miles de inocentes que tuvieron a mal, pasarle a Calderón por en medio de su guerra fallida y fuera de toda lógica.
Esto parece más bien, la construcción de una oposición y de su discurso, para salir de la lona. Retomar la
narrativa sincera de tantos luchadores sociales que pidieron justicia y que llevó a un cambio de gobierno. Hacernos creer que les duele, que les lastima, la barbarie que ellos mismos provocaron.
• Periodista