Columnas
Las necesidades que experimenta una sociedad para concretar su desarrollo, sin duda acumulan varios estadios desgraciados, y solamente es el conocimiento adquirido el extracto dulce de una serie de amarguras.
Cuando vemos las quejas de nuestro tiempo, poniendo su atención en la posverdad o la desinformación, nos lleva a preguntarnos sobre cuál es realmente lo desafortunado del hecho, pues si bien es cierto que intereses oscuros puedan involucrarse en la propagación de todo tipo de infundios, no debemos de pasar por alto que lo realmente importante son los anticuerpos generados para hacer frente a lo que efectivamente puede conducir hacia algo lamentable, como puede ser desde adoptar una narrativa tendenciosa de un hecho (p.e. los aportes económicos de los migrantes para una sociedad como la estadounidense) o conceder el sufragio a un desquiciado e ignorante delincuente.
Miles de sujetos propagadores de contenido chatarra, tendencioso, mentiroso, vulgar (…), obliga siempre a identificar la responsabilidad de los lectores, tan virginalmente dispuestos a someter su voluntad a la palabrería insensata de los malandros y charlatanes. La educación marca la sublime diferencia entre el prestar oídos a la insensatez, o silenciarlos con la voz que la razón expresa con la calidad del argumento bien pensado, bien desarrollado y bien escrito.
La habilidad crítica solamente se logra estudiando. La experiencia del día a día efectivamente es un conocimiento valioso y muy importante, para nada dista más de la objetividad que confiar en lo que nuestros sentidos prueban. Como bien lo entendió el conocimiento desde Platón, hasta Popper o Kuhn (…), creando recursos de corroboración eficientes, dando como fruto el nacimiento de la Ciencia.
Quien ingenuamente crea que la observación es “la verdad” de algo. Que la humilde experiencia fáctica es suficiente para crear un criterio veraz de las cosas, es una insensatez que promueve muchos de los retos informativos que hoy comprendemos como seria amenaza para la existencia de los estados democráticos modernos. Votantes ignorantes, se traducen en mansas criaturas de la tiranía y sus alfiles.
Las humanidades, esa tradición de pensamiento milenaria, fundada desde la antigüedad grecolatina, enriquecida a través los studia humanitatis de las universidades medievales y renacentistas, con esa inmensa acumulación de universalidad crítica en la mente, que es falso limitarla a la acumulación de datos vanos, remiten a la adquisición de capacidades discernientes de los hechos, donde el conocimiento y el método forjan el análisis, y se transforman en los denunciadores de la charlatanería y la vulgaridad.
Los programas de estudio académicos deben de combatir sus males con el estudio serio, con la comprensión de toda la heredad que nos ha permitido concretar las maravillas que hoy la ciencia puede ofrecernos para realizarnos plenamente en el progreso, o condenarnos a la vileza de las tiranías.