Columnas
En el México actual, donde los retos educativos exigen unidad, claridad y visión, al interior del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, se encuentra un grupo disidente que nos permite ver claramente, dos rutas de negociación opuestas: la de la construcción y la de la confrontación.
Mientras que la mayoría de agremiados del SNTE, apuesta por el diálogo, el consenso, la profesionalización y la mejora continua, el bienestar de las y los estudiantes y de la sociedad en general, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) ha optado por la presión callejera, la paralización de actividades y la confrontación sistemática con el Estado y la sociedad.
Los hechos recientes hablan por sí solos. Desde que los integrantes de la CNTE se instalaron su plantón en el Zócalo de la Ciudad de México y realizaron bloqueos en el el Aeropuerto Internacional Benito Juárez, afectando a miles de usuarios y poniendo en entredicho la legitimidad de sus métodos. Sus demandas, se han perdido entre gritos, bloqueos y desgastes.
Quedando claro que la CNTE divide, no une. No solo divide al magisterio, también fractura la relación con padres de familia, sociedad civil y autoridades. No hay estrategia de diálogo que funcione cuando se parte del rechazo sistemático a todo lo institucional. No hay avance educativo si se rompe el vínculo esencial entre escuela y comunidad.
Además, la CNTE destruye, no construye. Paraliza clases, toma escuelas,bloquea vías públicas y, sobre todo, siembra el desencanto entre generaciones de estudiantes que aprenden, desde pequeños, que el aula puede ser abandonada en nombre de la protesta.
La CNTE tiene derecho a manifestarse, pero ese derecho no puede estar por encima del derecho de millones de estudiantes a aprender. Los excesos, los plantones, la toma de instalaciones públicas y el chantaje como moneda de cambio no abonan a una transformación real, sino al desgaste de la imagen docente.
En cambio, el SNTE ha defendido los derechos de los trabajadores de la educación y a la misma educación pública sin recurrir a la violencia ni a la parálisis. Su lucha ha sido desde la trinchera del aula, desde los espacios de gestión, desde la formación continua y la propuesta. Es una lucha más silenciosa, pero más efectiva. Es una lucha por transformar, no por resistir a todo.
Mientras algunos apuestan por la presión callejera, quien lidera el SNTE, el Maestro Alfonso Cepeda Salas a través del diálogo, la negociación y el respeto al proceso educativo, ha estado presente en las mesas de trabajo con el Gobierno Federal, logrando avances reales en materia salarial, profesionalización docente y prestaciones. Estos logros se han conseguido sin detener clases ni afectar el derecho de niñas y niños a recibir educación.
Este enfoque no implica sumisión ni pasividad. Implica madurez sindical. Implica tener claro que el objetivo final no es solo mejorar las condiciones laborales del magisterio, sino transformar a México desde las aulas, con una visión de futuro que entiende que la verdadera revolución se da en el aula, con libros, no con bloqueos.
México necesita unión, no ruptura. Necesita un magisterio fuerte, sí, pero también consciente de que educar es un acto de construcción social, no de destrucción sistemática.
Al final, la diferencia es clara: mientras unos bloquean aeropuertos y cierran calles, otros despiertan conciencias y abren libros.
ROSALIA ZEFERINO SALGADO
ASESORA EN COMUNICACIÓN ESTRATÉGICA
E IMAGEN PÚBLICA