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El Aspartame es un endulzante nutritivo de alta intensidad, constituido por los aminoácidos ácido aspártico y fenilalanina. Tiene una potencia endulzante de aproximadamente 200 veces el azúcar de mesa y un valor calórico de 4 kilocalorías por gramo.
Es un edulcorante aprobado desde el principio de los años ochenta por la F.D.A. (Food and Drug Administration, órgano regulatorio de EU) para consumo en humanos, actualmente es usado en más de 5 mil productos y 150 países.
Tras la ingestión oral de aspartame este es procesado en aspartato, fenilalanina y metanol en las células de la mucosa intestinal, en el torrente sanguíneo, por lo tanto, no se detecta aspartame como tal, por este metabolismo ya comentado. La ingesta de aspartato es entre 80-170 mg/kg, si una persona substituyera toda su ingesta de azúcar por aspartame el consumo diario de aspartato aportado por edulcorante estaría en niveles de 4.9 mg/kg, por lo que la porción obtenida de la dieta es mínima sin suplementación.
El aspartato procedente del aspartame se incorpora junto con el procedente de la dieta a diversos ciclos metabólicos en las células, necesario para la transferencia de energía a la mitocondria (zona de la célula especializada) y en el embarazo no cruza la barrera placentaria en forma significativa, sin detectarse en la circulación del feto. Para poner toda la información en perspectiva, un vaso de leche provee seis veces más fenilalanina y trece veces más ácido aspártico que un vaso de refresco endulzado con aspartame; un vaso de jugo de tomate contiene seis veces más la concentración de metanol. Por lo que, el aspartame, que es considerado el edulcorante más estudiado y usado en el mundo, no presenta evidencia de efectos tóxicos en los embriones o fetos, ni tampoco asociado a malformaciones tras su ingesta en el embarazo. Por lo anterior, se puede decir con certeza que las comidas y bebidas endulzadas con aspartame son seguras para la madre y el feto.