Generaciones van y vienen, entre la prehistoria, las X y Y, los millennials, los Z o centennials y los que recién nacieron, todos hasta nosotros los “adultos contemporáneos” y “más mayores”, como diría mi amiga Almudena, hoy tecleamos, “texteamos” y “accesamos” al mundo digital por sobrevivencia. A esto nos empujó un acuoso angstrom (diezmillonésima de un milímetro) bicho llamado Covid-19.
Pues le entramos y ahí estámos todos “chateando”, comunicándonos a través de exitosas y millonarias aplicaciones de Facebook, Instagram, Twitter y la envidiada TikTok (sobre esta última, estoy segura que el coraje de Trump es no haberla inventado antes que los chinos).
Fernando Moreno, director de Desarrollo de Nuevos Negocios para FICO, América Latina y Caribe, lo dice de manera acertada:
la adaptación de la tecnología es un proceso que, para aquellas generaciones que se criaron en una época “analógica” (entre claves y frecuencias radiales), puede resultar ciertamente complejo.
Implica no sólo aprender cómo se hacen las cosas sino cambiar nuestro hábitos, nuestra manera hasta de hablar en voz alta y que Alexa (de Amazon), Siri (de Apple), Cortana (de Microsoft) o un simple OK Google, a lo lejos (y no desde nuestro inconsciente) una voz femenina, entre china y española, nos recuerde tomar el medicamento de la tarde para la memoria o inicie la reproducción de nuestra playlist favorita en Spotify.
“Las generaciones que nacieron con un dispositivo móvil en la mano se manejan como pez en el agua y su desafío está más relacionado con cómo sacar el mejor provecho a la tecnología que siempre tuvieron a su lado”, dice Moreno.
Pero el especialista va más allá de lo divertido y cotidiano, o más bien nos da una noticia: es ya cotidiano manejarnos en el mundo digital hasta en lo que creíamos más complicado como la banca. Dice que los que pasamos de lo analógico a lo digital estamos “llevando a cabo un necesario ejercicio de adaptación al nuevo medio con la transformación digital. Los segundos deben crecer en el medio donde ya nacieron explorando las fronteras de lo desconocido”.
Las diferencias entre ambos radicarían en: banca digital, las entidades que solamente operan de forma digital en todas las etapas del ciclo bancario, sin sucursales físicas y sus clientes ya tienen mentalidad “digital”.
Transformación digital, la banca tradicional con un plan de digitalización de procesos, con canales físicos y digitales, y clientes tradicionales y digitales. Y los retos se apilan, entre estos
Todas las ventajas que trae consigo la operación digital lleva inherente una mayor exposición al fraude, especialmente en otorgamiento. Al no existir un lugar físico donde se valide de forma presencial la biometría de los clientes, es necesario contar con la tecnología que permita abordar validaciones de identidad y documental de forma fiable, y ahí es donde mi vecina dice “nooo, porqué voy a dejar que me tomen foto y tengan mis huellas… prefiero que el joven me atienda”.
El cambio debe empezar desde el propio banco. Olvidar las largas filas, mantener funcionales equipos, cajeros y banca digital. Y acompañar al cliente en esta transición con respuestas, sin opciones del 1 al 9, y de regreso, que acrecientan la desconfianza; -me lo dijo el amigo de un amigo-.