Columnas
La corporación chilena homónima publicó hace unas horas su Informe anual sobre el estado de la Democracia en América Latina correspondiente a este ya casi finalizado 2024.
El texto abre con una cita del economista alemán Albert Hirschman (1915-2012), a su vez citando a Marshall, del que dice que describe magistralmente los tres siglos que se necesitaron para los avances civilizatorios: el siglo XVIII como el siglo de la ciudadanía civil, el siglo XIX como el siglo de la ciudadanía política, y el siglo XX como el siglo de la ciudadanía socioeconómica, que lleva al estado de bienestar. Afirma que cada uno de estos siglos fue respondido con gigantescas contrafuerzas ideológicas, reaccionarias, que llevaron a retrocesos.
Por hoy solo me referiré al apartado denominado “Corolario”, que afirma que América Latina está recién empezando a caminar por la senda la democracia, con avances y retrocesos, y que muestra más resiliencia hacia la democracia que un abandono a primera vista; que las autocracias se instalan con dificultad, y todas se quieren llamar “democracia” queriendo hacerles creer a sus habitantes que lo son cuando no lo son.
Al mismo tiempo, que demasiadas ciudadanas y ciudadanos frustrados por la velocidad de los avances, o los estancamientos, muestran disposición a cualquier cosa, es decir pasar por encima de las leyes y la democracia con tal de solucionar los problemas. Afirma, correctamente, que Nayib Bukele simboliza esa desesperación. Todo ello con base en el hecho de que esos pueblos nunca tuvieron pleno ejercicio de los derechos de una democracia, por tanto, tampoco pierden tanto cuando llega un gobernante que los restringe.
Que las contradicciones de opiniones y actitudes de las y los latinoamericanos, hablan del vacío de liderazgo de pueblos que buscan el desarrollo, muchas veces votando en contra de sus propios intereses y que el deterioro de los partidos, Congreso y oposición dan cuenta de un agotamiento institucional importante.
Señala que las elecciones son el instrumento que les queda a los pueblos para cambiar y eso sí que no se los quita nadie, aunque estas sean finalmente robadas o fraudulentas, se seguirán celebrando mucho más allá de del significado de su palabra, de seleccionar opciones distintas.
Finalmente, que todo indica que será muy muy difícil que los pueblos abandonen la idea de la democracia, por lo que se ve que las dictaduras solo pueden serlo en cuánto restringen la libertad de expresión y persiguen a sus opositores, como Nicaragua y Venezuela; que de otra manera cualquier autócrata se vestirá con la máscara de una elección, para intentar hacerse pasar por democracia; y que no tomará tres siglos para consolidar la democracia en la región, como describe Marshall, pero claramente pensar que se podía hacer en cuatro décadas era una ilusión.
¡Feliz noche buena! ¡Mejor navidad!
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