Columnas
La política siempre es un manojo de incertidumbres que giran en torno a una constelación de elementos que, conjugados, puede surgir lo inesperado. Cómo se sabe, la coalición Seguimos Haciendo Historia, a pesar del compromiso irrestricto que le han manifestado a la presidenta constitucional de México, vive pequeñas turbulencias que implican cicatrizar heridas a través del diálogo y el consenso. De eso dependerá mucho el futuro, especialmente de los procesos electorales que viviremos en 16 gubernaturas en las que se ha esparcido el rumor que, de no concretarse una alianza, cada uno de los partidos aliados de Claudia puede apuntalar sus propios abanderados.
Hay, en ese sentido, una premisa que ha puesto en jaque lo que puede llegar a acontecer. En lo político, por ejemplo, el PT, que siempre ha hecho acto de presencia en todos los proyectos de reforma constitucional, ha deslizado un cierto menosprecio de parte de algunos personajes de Morena. Eso, hasta ahora, ha ido alcanzando un punto de inflexión, pero sobre todo posicionamientos de sus liderazgos más visibles. La realidad es esa y, por ende, el lopezobradorismo debe considerar poner en marcha una estrategia para unificar una sociedad que, de no ser así, no estaríamos hablando de un cambio profundo en las políticas públicas de la llamada cuarta transformación. El PT, en efecto, tiene más de dos décadas acompañando fielmente la lucha democrática de México.
Y una fuerza que se ha entregado al máximo, y sobre todo se ha involucrado en la agenda de prioridades del proyecto, no merece el menosprecio de uno que otro actor de Morena. No hablo de manera general, pero sí de algunos que, envanecidos, han esgrimido la idea de competir solos. Es verdad, Morena es, en estos momentos, la primera fuerza política de México; sin embargo, no puede darse el lujo de rechazar lo que políticamente significa el PT, tanto en proporción numérica, como en capacidad de movilización territorial. Hace poco, de hecho, vimos la magnitud de concentración que se dio cita en el Congreso Nacional. Esa fuerza, que encabeza Alberto Anaya, es fuerte y vigorosa para enfrentar cualquier desafío que vengan en puerta. Hoy el PT, más que nunca, ha mostrado esa unidad de sus principales bases que han sellado el compromiso.
La mejor manera de mostrar esa capacidad o el músculo de sus estructuras, fue el propio Consejo Nacional del PT. El mismo Reginaldo Sandoval, uno de los oradores principales del evento, hizo gala de micrófono para manifestar, primero que todo, el apoyo incondicional a las políticas públicas de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum. Eso, por supuesto, generó una reacción positiva de los asistentes que ven en la imagen de Reginaldo un liderazgo, que ha generado una identidad propia, pero también muchos componentes de similitud con la causa que abanderó Andrés Manuel López Obrador por décadas. Y el mismo Sandoval Flores, que por años ha ido articulando acciones para focalizar alternativas para mejorar la calidad de vida de los sectores más vulnerables del país, juega un papel fundamental como coordinador de la fracción parlamentaria del PT en San Lázaro. Él, además de que ha contribuido con esa capacidad discursiva desde el salón de sesiones, impregna ese compromiso con Sheinbaum.
Ha quedado claro, más allá de las diferencias y el derecho a disentir, que el PT, con esa responsabilidad que selló con Sheinbaum, seguirá echando mano de su proporción numérica para acompañar el paquete de iniciativas de la jefa de Estado. El mismo Reginaldo, cobijado por las bases del partido a nivel nacional, suscribió las frases de continuar profundizando las políticas de la cuarta transformación en alusión a esa identidad que los liga, especialmente con la lucha por la democratización del país. Eso, como tal, debemos reconocerlo como una fuerza progresista cómo el Partido del Trabajo. Y no solo eso, sino también levantar la voz cuando las cosas no marchan bien. Tal vez es momento de que Morena corrija algunos aspectos para dar mayor cabida a los aliados en la toma de decisiones. Recordemos que, ante cualquier negativa, está latente un punto de quiebre que no le conviene a nadie.
En Michoacán, por ejemplo, vemos la lucha encarnizada que se ha suscitado por una elección que, se sabe, queda mucho tiempo por delante. Una de las grandes fuerzas cómo la que constituye el PT, especialmente la capacidad de liderazgo de Reginaldo Sandoval, jugarán un papel clave para inclinar la balanza a favor de la izquierda. Ya probó su capacidad de convocatoria y su efecto de movilización en el Consejo Nacional. Por eso sigo insistiendo en lo sustancial que constituye la coalición Seguimos Haciendo Historia, que además de hacer posible el triunfo en la mayoría de distritos locales y federales de Michoacán, tiene un número importante de ayuntamientos a cargo. Dada esas condiciones, Morena, con esos principios que arraigó AMLO, debe ser tolerante y flexible al abrir el abanico para incorporar a quienes han contribuido y son partidarios.
Mientras eso suceda, hay que reconocer el poder político del PT, sobre todo de sus liderazgos más visibles en la coordinación de ambas cámaras legislativas. Hablo de Alberto Anaya y Reginaldo Sandoval.