El subsecretario Hugo López Gatell es de los que no aceptan sus errores y mucho menos tolera que se los digan. No es un sabelotodo y aunque seguramente tiene un IQ por encima de la media, se ha ganado la fama de evidenciar a la gente con palabras elegantes y domingueras.
Tal es el caso de su atropellada comparecencia virtual ante la Junta de Coordinación Política del Senado de la República, en la que fue a recetarles varias horas de lo mismo que ha dicho en sus conferencias.
El senador Ricardo Monreal inició hablando de la pluralidad del Senado y terminó buscando corregir los desatinos del subsecretario, defendiéndolo a capa y espada, enredándose en explicaciones y justificaciones, arriesgando la débil cohesión de la Cámara Alta. Al grado de llegar a decir que “el compareciente puede decir lo que él quiera” y acusar a la oposición de tener “posiciones duras y cercanas al insulto”.
Me extraña que el senador Monreal no le haya recomendado al presidente Andrés Manuel López Obrador, un equipo de asesores políticos y parlamentarios para el doctor López Gatell. El senador sabe que esas comparecencias se preparan, se cabildean y se estudia a la oposición para contrarrestarla.
Nada de eso se hizo o se hizo mal, el secretario Técnico conducía la reunión estresado y desubicado, mientras el prestigiado epidemiólogo se apoyaba en un equipo que lo asistió acercándole datos e información; pero nadie le dijo cómo dirigirse a los senadores y menos a las senadoras.
Acusó preguntas prefabricadas, ¿acaso esperaba algo diferente? Quiso lucirse en sus respuestas, tal y como lo hace en sus vespertinas. Especialmente en la que le dio a la senadora Alejandra Reynoso del PAN y desató una escalada política desproporcionada, pero bien merecida.
Un asesor político se hubiera dado cuenta de que los cuestionamientos críticos, son reflejo del sentir social, lo dijo Monreal, pero no fue escuchado. Merecían respuestas directas, claras y sin afán de evidenciar al emisor. Pero López Gatell no iba a ser cuestionado, iba a ganar y salió perdiendo. Quiso verse muy listo y se pasó de listo, cayó en rudeza innecesaria.
No fue invitado a debatir, sino a informar, como funcionario representante del gobierno federal. Pero no, decidió tomar partido y asumirse como adversario de los senadores y senadoras de oposición, al grado de llegar a calificar como “interesante coincidencia” que hubiera una protesta de familiares de niños con cáncer, afuera de la Secretaría de Salud. No le midió, se envolvió en la bandera morenista y se arrojó al vacío.
Hubiera podido jugar su papel de científico, cuidando no meterse en el campo de lo político, siendo imparcial y evitando provocaciones. Necesita a alguien que le enseñe a sentarse en la misma mesa que Judas, sin que le robe la calma y a comer chayotes con espinas, sin hacer gestos.
A pesar de todo, sigue cayendo parado, le persigue la buena suerte. Le recomiendo no arriesgar así su capital político, es bien aceptado por la sociedad; pero si el país arde, simplemente será remplazado y convertido en moneda de cambio.
ENTRE GITANOS
Los que están más que preocupados por el regreso a la nueva normalidad, son las y los trabajadores del gobierno federal y de la CDMX. Han visto todas las medidas sanitarias que les solicitan a las empresas, la secretaria de Economía, Graciela Márquez, el secretario de Salud, Jorge Alcocer, la secretaria del Trabajo y Previsión Social, Luisa María Alcalde, y el director del IMSS, Zoé Robledo, así como en la CDMX la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum. La base trabajadora se pregunta cómo le van a hacer en las oficinas de gobierno, donde el hacinamiento impide cumplir con la sana distancia y a veces no tienen ni agua en los sanitarios, mucho menos gel antibacterial, jabón y toallas de papel. La 4T debe entender que la austeridad no va peleada con brindar condiciones dignas de trabajo a los servidores públicos.