Columnas
El triunfo electoral de Trump en Estados Unidos (EE.UU.) ha generado en distintos sectores mexicanos una postura defensiva, como si estuviéramos esperando la hora del recreo de la secundaria, para ver de qué cuero salen más correas en las renegociaciones bilaterales que iniciarán en unas semanas en materia de comercio, narcotráfico, migración y seguridad.
La historia entre México y EE.UU. ha sido la de una vecindad de encuentros y desencuentros, pero entrelazada los últimos treinta años por los tratados de libre comercio. Hoy nadie le vende más a EE.UU. que México; a pesar que nuestra economía es dieciséis veces menor que la de nuestro vecino. Se han aprovechado las ventajas mutuas y, en términos generales, la economía y los habitantes de ambos lados de la frontera se han beneficiado de dicho acuerdo comercial. En el caso de México, particularmente los estados del bajío y norte del país.
Sin embargo, en todo cambio, siempre hay sectores que pierden más de lo que ganan. Antes, la mayoría de los autos que se manejaban en México se producían en el “cinturón del óxido” de EE.UU., en estados como Míchigan, Pennsylvania u Ohio. Hoy, por el TLCAN-T-MEC y otros tratados comerciales, varias de esas armadoras se fueron a otros países a producir autos, entre ellos México. Era natural que las personas trabajadoras de esa industria respaldaran a quien les ha prometido volver sus empresas allá.
Otra causa del enfado social y político con México por algunos sectores en EE.UU., se debe a que varias empresas aquí asentadas exportan allá bienes “Made in China”, como si fueran mexicanos, para aprovechar los beneficios de aranceles cero en diversos productos. Así, por jugarle a las “vivas”, varias empresas asentadas aquí, compiten de manera desleal con productos norteamericanos.
Aquí no olvidemos algo. Hoy sólo existen dos superpotencias globales: EE.UU. y China. Ni Rusia, ni la Unión Europea ni la India están ni cerca del poder político, económico, tecnológico y militar que en conjunto tienen nuestros vecinos y los chinos. La extinta URSS jamás compitió económicamente con EE.UU. China sí. Hoy la mayoría de los países en América Latina, África y Asia, tienen en el país asiático a su principal socio comercial. China presta dinero y construye infraestructrua en los cinco continentes. Era cuestión de tiempo para que en EE.UU. le dijeran claramente a México que, si quiere seguir teniendo beneficios comerciales, debe respertar las reglas del juego. ¿O acaso a alguno de nosotros nos sentimos cómodos con quienes tratan de vendernos gato por liebre? Por ello es increíble que en vez de tener los reflejos claros y la lectura de la causa del enfado, al menos en materia comercial, algunos miembros de la clase política y empresarial se envuelvan en la bandera, para azuzar el antiamercianismo.
México ha sido desde siempre, geográficamente, norteramericano. Sigámoslo siéndolo comercialmente, que la ciudadanía y la sociedad en general nos hemos beneficiado.