Los precios en los Estados Unidos registraron su alza más alta de los últimos 40 años, los incrementos pasaron la barrera del 7 por ciento y ello sepultó las predicciones de los expertos en el sentido de que ésta sería temporal, sin embargo, este proceso inflacionario se ha convertido en una tensión financiera constante para millones de estadounidenses que compran gasolina en la estación de servicio, hacen fila en la caja del supermercado, adquieren ropa, negocian un automóvil o pagan alquiler mensual.
Los presupuestos financieros de millones de estadounidenses en 2021 quedaron en letra muerta y sus deudas simplemente crecieron.
El ingreso familiar promedio de los estadounidenses es de $45,284 dólares por año, cifra mucho mayor que el promedio de la OCDE de $33 mil 604 dólares anuales y con una de las tasas más altas. Pero la brecha entre los más ricos y los más pobres es considerable; la población situada en el 20% superior de la escala de ingresos gana casi nueve veces lo que percibe la población que ocupa el 20 por ciento inferior.
Las noticias de este primer mes del año no son nada alentadoras, los precios de la canasta básica aumentaron 7,5 por ciento interanual, es decir, frente a un año atrás, esta cifra supera en cinco décimas la de diciembre, esto no se veía desde 1982 según el Departamento de Trabajo.
La razón de esta elevada inflación, coinciden los especialistas, fue la pandemia del Covid-19, que paralizó sin duda la economía en 2020, sólo falta ver los datos macros para encontrar que un alto número de empresas cerraron y los empleadores recortaron 22 millones de puestos de trabajo. Cuando los Estados Unidos parecían estar “preparados” para un muy difícil escenario, las cosas se pusieron peor ya que muchos empresarios redujeron su inversión y no repusieron sus existencias.
Sin embargo, la economía de Estados Unidos en lugar de hundirse en una recesión prolongada, diversos factores económicos financieros reaccionaron y se protagonizó una recuperación inesperada, entusiasta, impulsada por ayudas gubernamentales y el recorte de las tasas de interés por la Reserva Federal. Una vez puesta en marcha la vacunación, los consumidores regresaron a: restaurantes, bares, tiendas y aeropuertos. De repente, las empresas tuvieron que luchar para satisfacer la demanda y no pudieron contratar lo suficientemente rápido al personal para llenar las vacantes o reemplazar suministros.
Con la demanda al alza y la oferta a la baja, los costos aumentaron y se trasladaron a los consumidores.
Ahora que la inflación dejó de ser transitoria, los economistas ponen sus ojos en qué hará la Reserva Federal. Y sin ser una experta, un aumento de la tasa de interés en la próxima reunión de marzo parece ser una realidad.
@ncar7