La pandemia ha orillado a los pequeños y grandes negocios a cerrar. Este fin de semana, por el día de las madres, muchos comercios, e incluso mercados públicos, estuvieron cerrados, no obstante que las actividades que desempeñan son esenciales.
En días pasados tuve la oportunidad de platicar con el dueño de un pequeño negocio del Mercado de la Merced, quien me comentó sobre lo que estaba viviendo a partir de la pandemia. Me dijo que su negocio estaba catalogado dentro de las actividades esenciales, no obstante, autoridades del Invea habían acudido a su local comercial diciendo que tenía que cerrar y amenazándolo con clausurarle si no lo hacía. El anciano, aunque un poco asustado, confesaba que le había dicho a las autoridades que la actividad de su negocio, según le había dicho su hijo, era esencial, ya que se trataba de la venta de productos del campo, e incluso le había enseñado a las autoridades y a los policías el decreto presidencial, donde se mencionaba la actividad agroalimentaria como esencial, pero el pobre anciano me comentaba que parecía que la autoridad no lo escuchaba y, cuando se intentaba defender, los jóvenes del Invea lo hostigaban.
No obstante, lo anterior este hombre decidió cerrar parcialmente su negocio, y vender solo a través de una pequeña ventana, pero aparecieron los funcionarios del Invea con la misma amenaza, así que ahora da servicio estando cerrado, y solo cuando las personas le tocan la cortina para pedir producto, abre una pequeña ventanita desde la que vende sus productos. Es decir que un comercio legalmente establecido tiene que funcionar como si no lo fuera, y aunado a lo anterior nos comentaba que la zona luce muy sola, ya que muchos locales están cerrados y hay poca vigilancia, lo que ha provocado robos en los negocios aledaños. Ahora vive con miedo de los delincuentes y de las propias autoridades.
Este hombre de la tercera edad comenta que este negocio era de su familia, que él desde niño había trabajado ahí, lo hicieron su padre y su abuelo, y que era muy feo sentir que hace algo malo, cuando en realidad, él sabe que es temporada de venta de sus productos, que si no vende su mercancía se echa a perder por lo que no puede cerrar y además también está preocupado porque de él dependen varias familias, ya que no abrir significaría despedir a sus empleados que él considera parte de su familia, por lo que no los puede abandonar y menos aún en estos momentos tan difíciles.
Después de escuchar la historia de este anciano me surgió la pregunta. ¿Cómo es posible que algunas tiendas de autoservicio como es el caso Elektra que no representan ninguna actividad esencial están funcionando normalmente y estos pequeños negocios pareciera que son castigados?
Hay un doble discurso del gobierno, ya que existe falta de apoyo y menosprecio a estos pequeños comercios.