Columnas
Desde el 15 de mayo, miles de niñas, niños y adolescentes de estados como Chiapas, Oaxaca, Michoacán, Baja California, Ciudad de México y Guerrero,volvieron a quedarse sin clases.
En esta ocasión, no fue por huracanes, ni pandemias, sino por el paro convocado por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), que una vez más, les niega el derecho a la educación.
En México, el artículo 3° de la Constitución es claro: toda niña, niño y joven tiene derecho a recibir educación gratuita, laica y de excelencia. Este no es una concesión del Estado, es un derecho humano fundamental, que año tras año, es pisoteado —literalmente— en los estados donde la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) mantiene el “control” de las aulas.
Paros indefinidos, plantones prolongados, suspensión de clases, tomas de oficinas, bloqueos carreteros. La agenda de la CNTE no tiene límites, pero su impacto siempre recae en el eslabón más débil: la, el estudiante de comunidades rurales y marginadas que no tiene internet para aprender desde casa, el que no puede recuperar un mes sin clases.
Y si bien, la CNTE tiene derecho a manifestarse, lo dice la Constitución, ningún derecho es absoluto, y ninguno puede ejercerse a costa de los derechos de los demás, mucho menos de la infancia. El derecho a la protesta no puede convertirse en el argumento para anular el derecho a la educación.
Anular el derecho a la educación, no es resistencia legítima, es abandono institucional. Son miles de niñas y niños que pierden semanas, meses e incluso ciclos escolares completos. No hay justificación ideológica que valga cuando las consecuencias son tan graves: rezago educativo, deserción escolar, violencia infantil y pobreza intergeneracional.
Cuándo en sus discursos hemos escuchado a los integrantes de la CNTE hablar del derecho de los alumnos a tener una educación que les dé los conocimientos para insertarse y desarrollarse adecuada y éxitosamente en una sociedad cada más exigente, o de tener a un maestro o maestra en el aula, a tener mejores escuelas, la respuesta es simple: NUNCA.
En sus demandas, sus discursos nunca integran a los miles de estudiantes que pierden aprendizajes, motivación y, en muchos casos, su única posibilidad real de movilidad social. Estudiantes, que lo que aprenden bien, es que sus derechos pueden esperar, y que su futuro está atrapado en las consignas y pancartas de los maestros y maestras que los abandonaron.
En nuestro país todavía la pobreza y las desigualdades son muy marcadas, no podemos permitirnos seguir jugando con el futuro de los estudiantes.
Defender el derecho a la educación no significa ignorar las exigencias laborales de los docentes, estas siempre deben tener una respuesta y debe ser positiva, porque el magisterio es el alma y pilar del sistema educativo. Pero exige trazar una línea clara: la lucha por los derechos laborales no debe hipotecar el interéssuperior de la niñez.
Esto lo he escuchado y lo he visto en práctica con miles y miles de maestros y maestras, a los que honro día con día, y es una de las banderas que ha enarbolado de manera permanente el Maestro Alfonso Cepeda Salas, líder nacional del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), al que por cierto, pertenece la CNTE, y quien ha logrado que su gremio tenga claro que cada día sin clases no es un día más de lucha. Es un día menos de oportunidades para sus alumnas y alumnos.
Ellos tienen claro, que las y los estudiantes deben ser la prioridad, no los últimos en la fila. Defender la educación pública, es garantizar que los niños estén aprendiendo. No es tomar casetas, es abrir las escuelas. No es rechazar un modelo educativo, es mejorar la enseñanza desde las aulas.
Las y los integrantes de la CNTE, que por cierto también recibirán lo conquistado en la respuesta al Pliego Nacional de Demandas del SNTE, tienen derecho a manifestarse como cualquier otro ciudadano, pero no tienen derecho a impedir que millones de niñas, niños, adolescentes y jóvenes ejerzan su derecho más básico: el de la educación.
ROSALIA ZEFERINO SALGADO
Asesora en Comunicación Estratégica
e Imagen Pública