En septiembre pasado se cumplieron 61 años de la nacionalización de la industria eléctrica en México. Fue un hito histórico que, junto con la expropiación petrolera, transformó radicalmente la economía y la sociedad mexicanas. Para darnos una idea de la trascendencia de la nacionalización emprendida por el gobierno del Presidente Adolfo López Mateos, conviene recordar, como lo informa José Antonio Almazán González, que en 1960 apenas el 44% de los mexicanos tenía acceso a la electricidad. El resto del país vivía en la penumbra, en medio de velas y quinqués. El México rural era la realidad imperante.
A las grandes empresas eléctricas extranjeras, (la Mexican Light and Power Company y la American and Foreign Power) no les interesaba el desarrollo industrial, comercial y agrícola del país. Durante más de 55 años fueron las más poderosas en México. Imponían elevados y arbitrarios precios a la electricidad, afectando lo mismo a la incipiente industria nacional, a los servicios y al comercio, pero fundamentalmente a los consumidores domésticos. Con frecuencia recurrieron a las presiones diplomáticas de sus gobiernos para imponer su política tarifaria.
Recordemos también que para subsanar en parte esta situación, el gobierno del Presidente Lázaro Cárdenas había creado la CFE el 14 de agosto de 1937. El objeto era organizar y dirigir un sistema nacional de generación, transmisión y distribución de energía eléctrica, basado en principios técnicos y económicos, sin propósitos de lucro y con la finalidad de obtener con un costo mínimo, el mayor rendimiento posible en beneficio de los intereses generales, tal y como se leía en su decreto de creación.
De este modo, dice Almazán González, a los monopolios eléctricos extranjeros les resultaba más rentable comprarle la energía eléctrica a la CFE, que invertir en la construcción de nuevas plantas de generación. De esta manera, en los albores de la nacionalización, la CFE aportaba ya el 54% de la capacidad instalada a nivel nacional, la Mexican Light and Power el 25%, la American and Foreign Power el 12%, y el resto de pequeñas compañías eléctricas el 9%.
En la década previa a la nacionalización, la relación entre el precio de compra a la CFE y el precio al que vendían las empresas eléctricas extranjeras llegó a ser de más 4 a 1, lo cual explica sus enormes ganancias y el poco interés por invertir en generación. Por ejemplo, la Mexican Light and Power le compraba a la CFE el KWH a 40 centavos de dólar canadiense y lo revendía en casi dos.
Como consecuencia, la protesta social en contra de las empresas eléctricas extranjeras fue creciendo; fundamentalmente entre millones de usuarios organizados en las llamadas Ligas de Consumidores Domésticos, que desde la década de los años cuarenta demandaban la nacionalización de la industria eléctrica. Le cuento más el jueves.
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