Es increíble de verdad, y yo es que ciertamente ya no entiendo nada: este lunes pasado, el presidente López Obrador anunció que tendría una videoconferencia con Elon Musk, director ejecutivo de Tesla y “super yo” de todos los clasemedieros wannabes y jugadores de golf del mundo mundial, para acordar los pormenores sobre el desembarco e instalación de la empresa más emblemática del capitalismo contemporáneo en México, cosa que se confirmó al poco rato.
Un día antes tuvo lugar la marcha de la oligarquía y la burguesía nacionales, wannabes modelo TEC de Monterrey incluidos desde luego –estoy usando la terminología de Aristóteles y la de la sociología moderna más básica y elemental para mi análisis–, que se manifestó libre y democráticamente contra el presidente en particular y contra el presidente en general (da exactamente igual si el pretexto es el INE, la reforma eléctrica o el color de la papelería oficial del gobierno).
Debo de confesar, aquí entre nos, que no sé yo bien cómo explicarles la pena ajena que se me agolpó en el pecho al ver a todos estos señoritos y señoritas vestidos de rosa, lo que en todo caso me confirma el hecho de que, además de cursis (¿no había un mejor color para las playeritas madre mía?), y de carecer de proyecto político concreto y definido, la oposición pasiva (en el sentido de que sólo se define por estar “en contra de” algo, en este caso AMLO, pero sin nada concreto qué oponer como alternativa real) de verdad que no da una, pero allá ellos.
Lo que es increíble en todo caso es que tanto en la marcha como en los comentarios salidos como consecuencia de ella, como por ejemplo ocurre con los mediocres artículos del peor error de la 4T y de AMLO: Carlos Urzúa, se ha deslizado la idea de que en México se tiene a un dictador o tirano por presidente, y que estamos a nada de convertirnos en una dictadura comunista peor que la de Corea del Norte.
¿A quién se le puede ocurrir decir que somos una dictadura, y AMLO un tirano, si tiene a todo el sistema de medios dominantes en contra y encima suyo, mediocre de Carlos Urzúa incluido desde luego, y que un día sí y otro también mañana tarde y noche están criticándolo con toda libertad?; ¿cómo se atreven a decir que somos una dictadura si la libertad de manifestación está garantizada para todos, como ocurre con los pedantes y ridículos opositores que salen a sus marchas vestidos de rosa Palacio de Hierro para luego irse al desayunito en Polanco o a la cenita o comidita en Las Lomas?; ¿y cómo y a quién diablos se le puede ocurrir decir que, además de dictadura, es también y para colmo comunista, si el emblema del capitalismo más exacerbado, espectacularmente ultra-tecnológico y para muchos admirable y admirado, Tesla, está por instalarse en México, y su super CEO se entrevistó tranquila y cordialmente con el presidente?
La verdad no entiendo, y no tengo respuesta. Que lo diga el mediocre intelectual de Carlos Urzua es comprensible, pues sé que el señor es matemático o algo así, y es evidente que jamás ha tomado un libro, por básico que sea, sobre conceptos elementales de filosofía política clásica.
Recomiendo a estos efectos, por cierto, La teoría de las formas de gobierno en la historia del pensamiento político de Norberto Bobbio, para evitar decir tanto simplismo junto en un artículo corto como hace Carlos Urzua con los suyos; además de que vale la pena leerse también, para profundizar todavía más, el Estado y sociedad en el mundo antiguo de José Luis Romero y, ya poniéndonos pesados, La soledad de Maquiavelo de Louis Althusser, para comprender la compleja dinámica que en todo tiempo y lugar se da entre las facciones, los grandes liderazgos y las masas en los momentos estelares de la historia como éste que vivimos en la actualidad, entre otras cosas porque Tesla, les guste o no, se instala en México sí señor.