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Columnas lunes 06 de mayo de 2019 -

El fin de semana concluyó la huelga de 93 días en la UAM. Me entero en el diario Crónica que “el Sindicato Independiente de Trabajadores de la Universidad Autónoma Metropolitana (SITUAM), aceptó la oferta de las autoridades de pagar el 100 por ciento de salarios caídos, pero se mantuvo en 3.35 por ciento el aumento al salario, 3 por ciento a retabulación y 4.83 por ciento en vales de despensa”. Si consideramos que el sindicato solicitaba originalmente un aumento de 20 por ciento directo al salario cuando inició la huelga, no se cumplieron a plenitud las exigencias de nadie y todas las partes hubieron de ceder en algunos aspectos. Hasta ahí, parece otro incidente más en la poblada y triste historia de huelgas en las universidades mexicanas.

Hace unos años, el sociólogo Fernando Escalante recordaba que en la década de 1960, las universidades estadounidenses buscaron otros mecanismos de protesta diferentes a la huelga y toma de instalaciones para no perjudicar tanto a los estudiantes. Por ejemplo, impartir clases de noche en las aulas. Se dice rápido, pero 93 días de huelga en la UAM son 3 meses sin actividades para los alumnos. Instalaciones tomadas, cursos truncos, tesis interrumpidas, sueños profesionales rotos. ¿Quién va a compensar a esos muchachos? ¿Qué sacan ellos después del pleito político entre el sindicato y las autoridades educativas?

Lo anterior se produjo en medio de una sorpresiva indiferencia de los medios masivos de comunicación. En muchas ocasiones quise escribir un artículo de opinión sobre este tema sin encontrar suficientes datos ni reportajes de contexto en la prensa, ya no se diga en radio o televisión.
Ninguna entrevista en televisión nacional al rector de la UAM o a Jorge Dorantes Silva, secretario general del sindicato, para que cada una de las partes expusiera largamente sus puntos de vista. Ninguna mesa de debate en radio. Ninguna portada en las revistas de circulación nacional. No se detonó una discusión sobre el futuro y modernización de las universidades públicas mexicanas.

Éste debió haber sido un tema central en la conversación mediática si consideramos que el nuevo Gobierno propone la creación de cien nuevas universidades públicas. ¿Cuál va a ser su esquema financiero? ¿Cómo van a coordinar la relación con sus respectivos sindicatos para evitar una huelga que deje sin clases a los alumnos? ¿Cómo mejorar la distribución presupuestal entre las diferentes universidades autónomas e instituciones de educación superior? ¿Habrá compromisos de incrementar la productividad o de mejorar los planes de estudio?

Éstas y otras interrogantes siguen sin respuesta. Mientras las instituciones de educación superior en otros países del mundo discuten el desarrollo de programas para la inteligencia artificial o un incremento en la producción de patentes, México sigue atorado en la discusión de salarios injustos (sigue sin valorarse con seriedad el trabajo de un académico) y vales de despensa.

•Internacionalista y analista político:
@avila_raudel

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/CR

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