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¿Las redes sociales como método anticorrupción?

¿Las redes sociales como método anticorrupción?

Columnas lunes 10 de junio de 2019 -

Ni propongo ni apoyo el siguiente método, tal vez no ético para combatir a la corrupción. Esto es solo un ejercicio de pensamiento. Por lo tanto, invito al uso de la imaginación para pensar en un aspecto fundamental en esa lucha.

En "Bajo la lupa", el pasado 8 de mayo en La Jornada, Alfredo Jalife-Rahme escribió sobre el papel del GAFAT (Google/Apple/Facebook/Amazon/Twitter) por medio de bots, granja de trolls y fake news en influir en las elecciones en varios países. Se apuntaló, por ejemplo, al papel de Cambridge Analytica en el voto del Brexit, WhatsApp en la elección de India, y la ayuda que brindó el fake news a la elección de Bolsanaro en Brasil. En estos y otros casos, los medios socio-digitales lograron manipular el ambiente político y a los electores; crearon historias ficticias e impresiones que, en turno, dictaron su conducta. Imaginemos, por un momento, que estas herramientas pudieran utilizarse para un buen fin; como el combate a la corrupción.

Antes de imaginarlo, primero quiero platear el problema, aparte de las estructuras injustas del poder, los sistemas de la rendición de cuentas, la impunidad, la falta de transparencia y participación ciudadana – o sea, las causas institucionales y verdaderas de la corrupción –hay un elemento de la cultura política que es fundamental en la persistencia de la corrupción y que obstaculiza a las reformas. No se trata de aspectos culturales de los mexicanos, sino más bien de las ideas y las expectaciones de cada quien sobre cómo funciona el sistema política y cómo uno tiene que comportarse para sobrevivir y superarse dentro de este sistema. Este aspecto de la cultura política es un producto del aprendizaje social. Incluye no solo una cultura que sabe aprovecharse de las fórmulas “chuecas” para arreglarse, sino también una cultura donde la gente tiende a no denunciar la corrupción (para ahondar más al respecto, véase mi artículo próximamente en la revista Nexos).

Como señala el sueco Bo Rothstein y analistas de teorías de juegos, la corrupción sistemática crea un dilema de acción colectiva que tiene el efecto de perpetuar las prácticas corruptas y obstaculizar las reformas institucionales. Hace unos años, Rothstein anotó lo difícil de superar este dilema porque los cambios institucionales difícilmente logran cambiar las expectativas. Incluso cuando el gobierno promete cambios, cínicamente tendemos a no creerlo o al menos esperar ver los resultados primero antes de aceptarlos. Por este dilema de acción colectiva, los cambios institucionales suelen no convencer de que las reglas del juego y el juego en si hayan cambiado de verdad. Paradójicamente, no va a cambiar nuestro modelo cognitivo de entender el sistema, lo cual dicta nuestra conducta, hasta que estemos convencido de que el juego si haya cambiado; y no va a cambiar el juego de verdad hasta que la gente esté convencida del cambio. Es difícil superar estas expectativas, pues están basadas en una larga historia y experiencias amplias. Por eso la persistencia de la corrupción y lo difícil de combatirla. La única manera de hacerlo es cuando llegamos a creer que el modelo ya no funciona y que la conducta de los demás si ha cambiado.

Según Rothstein esto requiere un “Big Bang” que hace cambios fundamentales en muchos campos sociales al mismo tiempo – en vez de los cambios paulatinos y graduales en las instituciones.

El papel de las ideas de las multitudes, por ejemplo, ligeramente basado en la realidad, se ve fácilmente en la inflación y las inversiones. Si la gente está convencida de que seguirán los aumentos de precios y salarios, y anticipan estos cambios, se van a portar de cierta forma y contribuir a la inflación. De igual manera, si los inversionistas están convencidos de que habrá problemas en los mercados, sacarán su dinero, lo cual causa una ola que no solo confirma el problema, sino que lo magnifica. Hasta cierto punto, la creencia se convierte en un self-fulfilling prophecy. En fin, aunque el ambiente está determinado en parte por la realidad, tienen mayor peso nuestras interpretaciones y expectativas del futuro.

Entonces, imaginemos que los medios sociales - los cuales han causado tantos problemas en los años recientes creando su propia realidad política - empezaran a difundir noticias y cuentas de que el sistema de la corrupción de antes ya no funciona. Que las cosas si han cambiado. Que hay casos judiciales y sentencias de oficiales del gobierno y de ciudadanos por soborno; que hay inhabilitación de burócratas por hacer cosas que antes si se permitía pero ahora ya no; que hay un amplio riesgo para el policía y el ciudadano de ofrecer, aceptar o pagar la mordida; que hay miedo de que ofreciendo dinero te mete en más problemas de los que resuelve o que pidiendo dinero te pueda costar la chamba; que denunciar la corrupción vale la pena y que quienes denuncian los actos de corrupción son héroes sociales y no estigmatizados. Si logran convencer a la gente, no por la experiencia directa sino por la sola creencia de lo que le esté pasando a los demás, cambiaría forzosamente mis cálculos de mi conducta. Si creo que hay impunidad y todos son corruptos, lo voy a hacer; pero sí creo que las cosas han cambiado, aumentaría el riesgo de portarme como antes.

La ciudadanía tiene que ver y creer que las cosas han cambiado o están cambiando de verdad; que el pasado ya no es una guía del futuro. Imaginemos un ambiente en que ser corrupto es riesgoso; que denunciar no cuesta nada y si vale la pena; y que la expectativa de un Estado de derecho sea la norma y no la excepción. Un empujón por el fake news y los medios sociales pudieran causar una ola que llega al punto de inflexión. Pero, regresándome a la realidad, ni propongo ni apoyo esta solución no ética para combatir a la corrupción; pues no puede haber una solución no ética a un problema de ética. Si sabemos a dónde queremos llegar, solo falta encontrar el camino.

Stephen D. Morris. Coordinador del Laboratorio de Documentación y Análisis de la Corrupción y Transparencia Instituto de Investigaciones Sociales UNAM. Profesor de Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas Middle Tennessee State University y Colaborador de Integridad Ciudadana AC. Twitter: @Integridad_AC @sdmorris4


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/CR

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